Articulos

El líder eficiente debe ensamblar para la organización la visión de un estado futuro deseado.
Aunque esta tarea puede ser compartida desarrollada con otros miembros clave de la organización, sigue siendo la responsabilidad medular y no puede delegarse. En GM, desarrollar la nueva visión fue responsabilidad directa de Roger Smith, y aunque requirió una enorme cantidad de trabajo de staff, y literalmente docenas de repeticiones de “trabajos misioneros”, fue moldeada por la filosofía y el estilo de Smith. Iacocca confiaba más en sus instintos que en los informes del staff, y era personalmente osado en el desarrollo de una visión y misión nuevas. El hecho es que la transformación de la arquitectura social debe comenzar en la cúspide de la organización con el CEO y tener el apoyo total de la junta de directores y del círculo interno de los ejecutivos de más alto rango. El CEO cuyo comportamiento es consecuente con las normas y los valores que ha articulado para la organización, tiene una enorme ventaja inicial.
AT&T resulta ser un ejemplo especialmente útil. Varios años antes de que comenzara el proceso de desprendimiento del conglomerado, el presidente de la junta directiva, Charles Brown, comenzó a preparar el escenario de la transformación en diferentes discursos. En uno de los más importantes, ante el Club de Comerciantes de Chicago, el señor Brown afirmó: …hay una nueva compañía de teléfonos en esta ciudad… una empresa de alta tecnología que aplica estrategias avanzadas de mercadeo para satisfacer las exigencias de un cliente altamente sofisticado… “Ma Bell” ha dejado de ser un nombre apropiado para esta compañía… Mamá ya no existe.
AT&T tiene un visión clara de su nueva misión, y en cuanto los empleados de Bell comiencen a pensar más como “competitivos” que como “regulados”, la mira administrativa se orientará hacia el mercado.
El reto a largo plazo de revitalizar la arquitectura social (y una evaluación de su éxito) tendrá menos que ver con la manera como se crea la visión, y más con el grado en que la visión posicione correctamente a la organización en su ambiente competitivo. (El próximo capítulo estará dedicado íntegramente a “posicionar la organización”.)

Desarrollo del compromiso con la nueva visión
La organización debe movilizarse para aceptar y a poyar la nueva visión -hacer que se realice.
En GM, Roger Smith llevó a sus novecientos ejecutivos de rangos más altos a un retiro de cinco días para compartir y discutir la visión. Por supuesto, no se requieren cinco días para compartir un enunciado breve sobre la misión y ocho objetivos. Pero el compromiso requiere algo más que una condescendencia verbal, más que diálogo e intercambio. Por lo menos, la visión tiene que ser claramente articulada y con frecuencia de diversas maneras, desde “enunciados de política” que tienen un mínimo impacto, hasta la revisión de los objetivos de reclutamiento y los métodos, entrenamiento que está orientado específicamente a la modificación del comportamiento para apoyarlos nuevos valores organizacionales y, no de menor importancia, adaptar y modificar símbolos compartidos que señalan y refuerzan la nueva visión.
En cuanto a esto último, el uso de símbolos, AT&T es un caso interesante. Realmente perdió el nombre Bell y el emblema, que entonces proporcionaban una oportunidad para reforzar el mensaje del señor Brown, tanto interna como externamente de que “Ma Bell ya no vive”. AT&T continuó usando AT&T como su nombre comercial, capitalizando por consiguiente su larga reputación en todo el mundo. Reemplazó el familiar emblema (una campana encerrada en un círculo) por un globo simbólicamente rodeado de comunicaciones electrónicas. De esta manera, AT&T tiene un nuevo símbolo, lo que, de acuerdo con su publicidad “sugiere nuevas dimensiones de nuestra empresa y de nuestro futuro”.
Después de que el líder crea la visión y moviliza el compromiso, comienza tal vez el reto más difícil: La institucionalización de la nueva visión y de la nueva misión.
El líder puede generar nuevas visiones del futuro y puede ser un genio para sintetizar y articular estas visiones, pero esto produce un cambio solo cuando la visión haya sido comunicada con éxito a toda la organización e institucionalizada efectivamente como un principio guía. Los líderes son poderosos tan solo en la medida en que puedan comunicar sus ideas. La filosofía básica de un líder debe ser: “Hemos visto lo que esta organización puede llegar a ser, comprendemos las consecuencias de esa visión y ahora debemos actuar para hacerla posible”.
En una organización no puede establecerse una visión por decreto, o mediante el ejercicio del poder o la coerción. Es más un acto de persuasión, de crear un compromiso entusiasta y dedicado para esa visión porque es la correcta para su época, la correcta para la organización y la correcta para las personas que trabajan en ella.
En nuestras conversaciones con los líderes, hemos encontrado que las visiones a menudo pueden comunicarse de mejor manera por medio de metáforas o modelos — como cuando un líder político promete “carnero en cada caldero” o la compañía de teléfonos le pide que “estire la mano y toque a alguien”. Quizás en nuestro ejemplo del banco, resultase ser algo como “servicios bancarios novedosos para compañías novedosas” o “servicios financieros en la ventaja competitiva”.

En cualquier comunicación seda cierto grado de distorsión, pero el gran líder parece ser capaz de hallar la metáfora justa que clarifique la idea y minimice la distorsión. En realidad, la metáfora correcta a menudo supera a la comunicación verbal; como una buena poesía o una canción, es mucho más que meras palabras; “se siente bien”, tiene atractivos en un nivel elemental, vibra al unísono con las necesidades emotivas de quien escucha; de alguna manera, “lo logra”.
Otra manera de comunicarse el líder es actuando constantemente sobre su misión y personificándola. Quizás ésta sea la razón por la cual tantos líderes de corporaciones últimamente hayan decidido aparecer en la publicidad de sus empresas, donde algunos, como Lee Iacocca. Desempeñan un trabajo notable para comunicar un nuevo espíritu. Otros, al estilo de Ross Perot y Ted Turner, han demostrado mediante su propia osadía y aventurismo el grado en que esperan que sus compañías (EDS y Turner Broadcasting) sean innovadoras y corran riesgos. Cuando hace poco Linden Blue se hizo cargo de la presidencia de Beech Aircraft, inició un nuevo empuje técnico.
Como para personificar esta nueva energía, comenzó un programa vigoroso de ejercicio personal, que se ha descrito de la siguiente manera:
El Sr. Hedrick, cuya cintura creció con los años, jugaba al golf. El señor Bloc hace ejercicios de saltar a lazo tres mañanas a la semana y trabaja en una máquina Nautilus otras tres mañanas en un centro para la salud física que ha construido en su antiguo garaje. El Sr. Blue también parece haberles comunicado nueva vida a los gerentes de Beech.
Básicamente son los mismos hombres y mujeres, dice un proveedor de Beech. “Solo que respiran un poco más duro. Están tratando de correr al ritmo de Linden”. El líder no ofrece una visión del futuro una vez y para siempre, y luego la deja desvanecer.
Debe repetirla una y otra vez. Debe incorporarla en la cultura de la organización y reforzarla mediante la estrategia y el proceso de tomar decisiones. Debe evaluarla constantemente para posibles cambios a la luz de circunstancias nuevas.
En última instancia, será el líder quien articule la visión y le dé legitimidad, quien exprese la visión en una retórica cautivadora que dispare la imaginación y la emoción de los seguidores, quien—por medio de su visión— habilite a los demás para que tomen las decisiones que pongan las cosas a marchar. Pero si una organización ha de tener éxito, la imagen debe emerger de las necesidades de la organización entera, debe ser “aclamada” y “poseída” por todos los actores importantes. En suma, debe ser parte de una nueva arquitectura social de la organización, tema al cual vamos a dedicar nuestra atención.
Todos los líderes con quienes hablamos producían la impresión de ser maestros en seleccionar, sintetizar y articular una visión adecuada del futuro. Más adelante, nos dimos cuenta de que ésta ha sido una cualidad común a los líderes a través de todos los tiempos. Consideremos, por ejemplo, como Louis Madelin, biógrafo contemporáneo de Napoleón, lo describía: Trataba tres o cuatro alternativas a la vez y se empeñaba en conjurar todo caso fortuito, especialmente el peor. Esta predicción, fruto de la meditación, generalmente lo habilitaba para estar preparado para cualquier revés; nada lo tomó por sorpresa jamás… su visión, como he dicho, poseía anchura y profundidad. Quizá la
característica más sorprendente de su intelecto era la combinación de idealismo y realismo que lo capacitaban para encarar las visiones más exaltadas a la vez que las realidades más insignificantes y. sin duda, en cierta forma era un visionario, un soñador.
La tarea de sintetizar una dirección apropiada para la organización se complica por las- muchas dimensiones de visión que puedan requerirse. Los líderes deben tener previsión, a fin de que puedan juzgar cómo encuadran las visiones en el ambiente en el cual evolucionará la organización percepción a posterior, para que la visión no viole las tradiciones y la cultura de la organización; una visión de/mundo,dentro de la cual interpretar el impacto de nuevos desarrollos y tendencias; una percepción de la profundidad, para que pueda ver todo el panorama con detalle y perspectiva apropiados; visión periférica para que pueda comprender las respuestas de los competidores y de
otros depositarios; y un proceso de revisión de manera que todas las visiones previamente sintetizadas se revisen constantemente a medida que cambie el medio. Más allá de esto, deberán tomarse decisiones acerca del panorama temporal apropiado al cual hay que prestarle atención, la sencillez o complejidad de la imagen, hasta qué punto representará continuidad del pasado en oposición a una transformación radical, el grado de pesimismo o de optimismo que contenga, su realismo y credibilidad y su impacto potencial sobre la organización.
Si hay una chispa de genio en la función de liderazgo, debe radicar en esta capacidad trascendental, una especie de magia, para ensamblar —a partir de toda la variedad de imágenes, señales, predicciones y alternativas— una visión cl
aramente articulada del futuro, que sea a la vez sencilla, de fácil comprensión, claramente deseable y enérgica.
Volvamos a nuestro ejemplo del banquero para observar qué comprendería. Hasta aquí, hemos sugerido de qué manera, como nuevo líder, podría usted recoger toda clase de información que suministrara el material básico para una nueva visión del futuro. Puesto que la visión no puede ser ilimitada y a la vez creíble para los miembros
de la organización será necesario trazarse algunos límites. La visión debe proyectarse en el tiempo yen el espacio más allá de los límites del planeamiento ordinario de actividades en un banco, pero no debe ser tan distante que se encuentre más allá de la capacidad de comprensión de quienes tienen bajo su responsabilidad la organización.
Quizás usted decida orientarse hacia un objetivo a diez años, suficientemente distante como para permitir un cambio realmente significativo y, sin embargo, dentro de la comprensión y aspiraciones profesionales de muchos miembros del personal. Quizá quiera usted también ir un poco más allá de los límites de operaciones actuales
e incluir nuevos campos importantes de actividad, tales como planes de financiamiento personal o banca internacional, o concentrarse en una extensa variedad de servicios para uno o más mercados-objetivo específicos, tales como la industria de alta tecnología.
Además, los límites reales escogidos dependerán en gran medida de los valores, Los valores propios de usted determinarán cuáles alternativas habrá de Considerar seriamente y la forma de evaluar- las. Por ejemplo, Harold Williams dirige ahora el Museo y la Fundación J. Paul Getty, pero sus valores se formaron durante su notable carrera en la industria, la docencia y el servicio público.
Por lo tanto, no resulta sorprendente que esté orientando a la Fundación hacia la conservación de obras de arte y hacia la investigación y que haya prometido impedir que la vasta fortuna Getty sea utilizada para subastar obras de arte a precios tan elevados que les resulte imposible a otros museos adquirir nuevas obras para servir a sus públicos.
Los valores del resto del personal del banco, tal como se reflejan en la ideología prevaleciente también sugieren los límites de la cantidad de cambio que razonablemente podría esperarse. Por ejemplo, los valores podrían dictar que cualquiera que sea la nueva visión de futuro del banco, éste deberá poner énfasis en la calidad y en la excelencia del servicio, más que en el precio y la cobertura del Servicio. Con información y algunas Condiciones sobre límites
en mente, podrá usted tratar de entender las alternativas posibles y pesar cuán atractivas son La herramienta más poderosa para este propósito es el modelo mental que usted ha construido con el tiempo acerca de cómo opera el
mundo y cómo opera su banco en ese mundo. Como líder sabio, usted habrá sometido a prueba este modelo mental muchas veces en discusiones con ejecutivos clave, consultores y otras personas, que también hayan meditado profundamente sobre el futuro del banco. Si tiene usted acceso a un modelo por computador y si la ocasión justifica el costo, entonces podrá construirse un modelo cuantitativo más formal.
Gran parte de este análisis será una serie de “cuestiones de criterio”, pero es posible sugerir algunas de las preguntas que podrían formularse, entre ellas las siguientes:
•¿Cuáles son las instituciones que están comprometidas con el futuro del banco y qué cosa les gustaría a ellas ver que ocurriera?
•¿Cuáles son los posibles indicadores de desempeño para el banco, y cómo podrían medirse?
•¿Qué le ocurriría al banco si continuara su actual trayectoria sin introducir cambios significativos?
•¿Qué señales tempranas podría detectar usted si el ambiente externo del banco cambiara sustancialmente?
•¿Qué podría hacer usted para alterar el curso de los acontecimientos, y cuáles serían las consecuencias de sus acciones?
•¿Qué recursos posee su banco o puede obtener para actuar en los diversos cursos futuros que sean posibles?
•De las posibles alternativas futuras para el banco y su ambiente, ¿cuáles son probablemente las que puedan sobrevivir y tener éxito?
Mediante una serie de preguntas como éstas, pueden surgir pautas que sugieran visiones alternativas viables. Usted debe entonces sintetizar toda esta información en una visión única, y aquí es donde verdaderamente el arte del liderazgo entra en juego. La síntesis de una visión comprende un alto grado de juicio y, con frecuencia, intuición y creatividad considerables. Supongamos que en el ejemplo del banco, usted haya decidido que el futuro de éste, considerando todos los factores, se estimularía si concentrara su atención en prestarles servicios a compañías de
alta tecnología, particularmente en las empresas que están surgiendo, con una amplia gama de servicios financieros. Falta todavía traducir esta visión en acción.

Miguel Ángel Pla

Presidente y Director General

direccion@miguelpla.com

Teléfono (81) 83 78 47 10

Los historiadores tienden a escribir sobre los grandes líderes como si poseyeran una genialidad trascendental, como si fueran capaces de crear sus visiones y su sentid o del destino extrayéndolos de alguna misteriosa fuerza interior. Quizás algunos sean así, pero un examen más cuidadoso generalmente demuestra que la visión no se originaba en la personalidad del líder, sino más bien en Otros.

Martin Luther King encontró muchas de sus ideas en el estudio de la religión y de las ideologías sobre la ética, lo mismo que en las tradiciones de su propio pueblo y de otros. Lenin recibió gran influencia de los conocimientos de Karl Marx, tanto como muchos líderes empresariales contemporáneos son influidos por los trabajos de economistas destacados. Las visiones de Alfred P. Sloan para el futuro de General Motors en gran medida fueron formadas por el paradigma cultural prevaleciente: el “sueño americano” y el rol del capitalismo en él.

Steve Jobs en Apple y Edwin Land en Polaroid pudieron desarrollar sus visiones a partir de procesos lógicos, principalmente buscando las imitaciones técnicas de tecnologías conocidas.

En todos estos casos, el líder puede haber sido aquel que escogió la imagen de las que estaban disponibles en el momento, la articuló, le dio forma y legitimidad, y centró la atención en ella, pero solo rara vez el líder fue quien en primer lugar concibió la visión. Por consiguiente, el líder debe ser un magnífico oyente, y particularmente debe escuchar a quienes promueven imágenes nuevas o diferentes de la realidad emergente. Muchos líderes establecen canales de comunicación, tanto formales como informales, para tener acceso a estas ideas.

La mayoría de los líderes también pasan una considerable parte de su tiempo interactuando con consejeros, consultores., otros líderes, profesores, planeadores y una amplia diversidad de personas, tanto dentro como fuera de su propia organización. Los líderes exitosos que hemos encontrado son grandes preguntones y prestan de verdad atención.

Consideremos un ejemplo típico. Suponga que se le ha pedido a usted que se haga cargo de un banco regional que opera en el Estado de California. La junta de directores ha acudido a usted para buscar liderazgo como resultado de su éxito en un banco más pequeño en otro Estado. ¿Cómo desarrollaría un sentido de dirección en estas circunstancias nuevas? ¿A quién le prestaría atención y cómo podría ayudar a desarrollar una visión adecuada del futuro? Básicamente, existen tres fuentes en las cuales se puede buscar ayuda: El pasado, el presente, e imágenes alternativas de futuras posibilidades. Vamos a considerar por turnos cada una de ellas.

Para escoger una dirección, el líder debe haber desarrollado primero una imagen mental del futuro posible y deseable de la organización. Esta imagen que hemos llamado visión, puede ser tan vaga como un sueño o tan precisa como una meta o como las instrucciones para cumplir una misión. El punto crítico es que una Visión articula una percepción de un futuro realista, creíble y atractivo para la organización una Condición que es mejor —de algunas maneras importantes−de lo que ahora existe.

Una visión es una meta que atrae. Cuando John Kennedy estableció como meta llevar un hombre a la luna hacia 1970 o cuando Sanford Weill apuntó a convertir a American Express en la institución bancaria financiera más grande del mundo en cinco años, estaban concentrando su atención en logros valiosos y alcanzables. Nótese también que una visión siempre se refiere a un estado futuro, una condición que no existe actualmente y que nunca existió antes. Con una visión, el líder suministra el muy importante puente entre el presente y el futuro de la organización.

Para entender por qué una visión es tan fundamental para el éxito del liderazgo, en primer lugar tenemos que reflexionar sobre por qué existen las organizaciones. Una organización es un grupo de personas comprometidas en una empresa común. Los individuos se unen a la empresa con la esperanza de recibir recompensas por su participación. Dependiendo de la organización y de las personas comprometidas, las recompensas pueden ser económicas en gran medida, o pueden estar dominadas por consideraciones psicosociales —status, auto-estima, un sentido de logro, una existencia significativa−. Así como los individuos derivan recompensas de su rol en la organización así la organización deriva su recompensa de hallar una ubicación adecuada en una sociedad más amplia. Las recompensas de la organización también pueden ser económicas (ganancias, crecimiento, acceso a los recursos) y/o psicosociales (prestigio, legitimidad, poder y reconocimiento).

Así, por una parte, una organización busca maximizar las recompensas que le depara su posición en el ambiente externo; y, por otra parte, los individuos de la organización buscan maximizar su recompensa por la participación en la organización.

Cuando la organización tiene un sentido claro de su propósito, de su dirección y del estado futuro deseado, y cuando esta imagen es compartida ampliamente, las personas son capaces de encontrar sus propios roles en la organización y en una sociedad más amplia de la cual son parte. Esto habilita a las personas y les confiere status porque pueden verse como parte de una empresa que bien vale la pena. Ganan sentido de importancia en la medida en que dejan de ser robots que ciegamente siguen instrucciones, para convertirse en seres humanos comprometidos en una aventura que es creativa y que tiene un propósito determinado. Cuando las personas sienten que pueden establecer una diferencia y que pueden mejorar la sociedad en la cual viven por medio de su participación en una organización entonces es mucho más probable que pongan energía y entusiasmo en sus tareas y que los resultados de sus trabajos se fortalezcan mutuamente. En estas condiciones, las energías humanas de la organización se orientan hacia un fin común, y se ha satisfecho una precondición importante para el éxito.

Los consultores a menudo informan que pueden sentir esta energía casi desde el mismo momento en que llegan a una corporación. Me hallaba en Polaroid cuando Edwin Land condujo a esta compañía a una nueva era de la fotografía, y en Sears, Roebuck and Co. cuando se tomó la decisión de convertirla en una poderosa casa de servicios financieros, Aparece bajo la forma de entusiasmo, compromiso, orgullo, deseo de trabajar con ahínco, y “de poner un granito de arena adicional”. Ello falta notoriamente en algunos de los conglomerados, en donde cada mes hay muchas nuevas proclamas para los empleados en que se manifiesta que la gerencia entra en un nuevo negocio o sale de otro, lo que es más probable, no sabe realmente hacia dónde se encamina.

Una visión compartida del futuro también sugiere medidas que sean eficaces para la organización y para sus partes. Ayuda a que sus miembros distingan entre lo que es bueno y lo que es malo para la organización, y lo que bien vale la pena querer alcanzar. Y, lo que es más importante todavía, hace posible distribuir ampliamente la toma de decisiones. Las personas pueden tomar decisiones difíciles sin tener que recurrir siempre a los niveles más altos de la organización, porque saben qué resultados y qué fines se desean. Por lo tanto, en un sentido muy real, el comportamiento individual puede dirigirse y coordinarse mediante una visión del futuro compartida y habilitadora.

Como lo expresó John Young, director de Hewlett-Packard, “en las compañías exitosas existe un consenso desde arriba hasta abajo en un conjunto global de objetivos. Si ese consenso falta, la estrategia gerencial más brillante fracasará”.

Tenemos aquí una de las más claras diferenciaciones entre un líder y un gerente. Concentrando la atención en una visión, el líder opera sobre los recursos emocionales y espirituales de la organización, sobre sus valores, compromisos y aspiraciones. El gerente, en cambio, opera sobre los recursos físicos de la organización, sobre su capital, sus destrezas humanas, materias primas y tecnologías. Cualquier gerente competente puede hacer posible que la gente de una organización gane lo suficiente para vivir. Un excelente gerente puede atender a que el trabajo se haga de una manera productiva y eficiente, de acuerdo con un programa y con un alto nivel de calidad. No obstante, al líder eficiente le resta ayudarle a la gente de la organización a aprender a sentir orgullo y satisfacción de su trabajo. Los grandes líderes con frecuencia inspiran a sus seguidores hacia altos niveles de logro mostrándoles cómo ayuda su trabajo a alcanzar fines valiosos. Es un llamado emocional a algunas de las necesidades humanas más fundamentales—la necesidad de ser importante, de crear una diferencia, de sentirse útil, de ser parte de una empresa que vale la pena y que tiene éxito.

Con todos esos beneficios se podría pensar que las organizaciones se preocupan en gran manera por desarrollar una imagen clara de su futuro deseado, pero éste no parece ser el caso. Por el contrario, las visiones de muchas organizaciones están desenfocadas y carecen de coherencia. Las razones para esta visión borrosa son muchísimas.

  • Durante los últimos decenios, se han dado nuevas e importantes interpretaciones acerca del rol de la familia, la calidad de la vida, la ética del trabajo, la responsabilidad social de la empresa, los derechos de las minorías, y muchos otros valores e instituciones que antaño se consideraban como permanentes y durables.
  • Las telecomunicaciones y los medios rápidos de transporte han contribuido a que el mundo sea cada vez más interdependiente en cuanto a productos, ideas, trabajos y recursos.
  • El acelerado ritmo de innovación ha conducido a la especialización de expertos y a problemas masivos para la coordinación de los trabajadores técnicos.
  • El deseo extendido de experimentar nuevas formas y normas sociales ha fracturado a la sociedad en diversos estilos de vida, cada uno con sus propias preferencias en cuanto a los productos.
  • Los trabajadores han buscado y recibido mayor participación en las decisiones que solían ser exclusividad de la gerencia.

Todas estas fuerzas y muchas más han contribuido a la complejidad masiva y creciente que vemos en el mundo de hoy. A su vez, esto ha creado mayor incertidumbre y una Superabundancia de imágenes conflictivas en muchas organizaciones Cuanto más grande sea la organización es probable que haya mayor número de imágenes, mayor será su complejidad de interacción y más rápido será su cambio de énfasis a través del tiempo

Durante años, nuestra concepción de lo que es y debe ser el liderazgo y quién puede ejercerlo ha cambiado considerablemente. Las capacidades del liderazgo han permanecido estables, pero nuestra comprensión de qué es, cómo funciona y cómo la gente aprende a aplicarlo, ha cambiado. Tenemos los comienzos de una teoría de liderazgo, de la historia y la investigación social y, sobre todo, de las elucubraciones de practicantes reflexivos tales como Moisés, Pericles, Julio César, Jesucristo, Martín Lutero, Nicolás Maquiavelo, James Madison, y en nuestra época, de fuentes de sabiduría tan dispares como Gandhi, VI. Lenin, Winston Churchill, Charles de Gaulle, Dean Acheson, Mao Tse-tung, Chester Barnard, Martin Luther King Jr., John Gardner y Henry Kissinger, todos los cuales tienen muy poco en común, salvo que no solo han estado presentes sino que en sus escritos han tratado de especular con cierta franqueza sobre el liderazgo.

Pero el folklore y las observaciones reflexivas no son suficientes, excepto para convencernos de que los líderes son físicamente fuertes, y trabajadores anormalmente tenaces. Hoy estamos más cerca de entender cómo y quién dirige, pero no ha sido fácil llegar a tal punto. Decenios de análisis académico nos han aportado más de 350 definiciones de liderazgo, pero no existe una comprensión clara e inequívoca acerca de qué distingue a un líder de alguien que no lo es y, acaso lo que es más importante, qué distingue a un líder eficiente de uno ineficiente, y a una organización eficaz de una ineficaz.

Nunca tantos han trabajado durante tanto tiempo para decir tan poco. Existen múltiples interpretaciones del liderazgo, cada una con sus propios hilos de comprensión, pero cada una sigue siendo una explicación incompleta y totalmente inadecuada. La mayoría de estas definiciones no están de acuerdo entre sí, y muchas dan la impresión de estar a mucha distancia de los líderes cuyas capacidades se diseccionan. Las definiciones reflejan manías, modas, ondas y tendencias políticas.

No siempre reflejan la realidad y, algunas veces, tan solo tonterías. Parecería que lo que Braque dijo alguna vez sobre el arte fuese aplicable también al liderazgo: “Lo único que importa en el arte es aquella parte que no puede explicarse”.

En una época se creía que las condiciones del liderazgo eran innatas; los líderes nacían, no se hacían, y eran llamados a su destino por medio de algún proceso arcano. Podría llamarse a ésta la teoría de liderazgo del “Gran Hombre”. Se consideraba que el poder se confería a un número muy limitado de personas, que por herencia y destino se convertían en líderes. Quienes eran de buena sangre podían ser líderes; los demás debían ser conducidos. Se poseía o no la cualidad de liderazgo.

Ni el estudio ni el deseo podían cambiar el destino.

Como esta concepción no explicara suficientemente el liderazgo, se reemplazó por la de que los grandes hechos se encargaban de convertir gente ordinaria en líderes. Presumiblemente Lenin estaba “meditando” cuando una revolución se abalanzó sobre sus deliberaciones, y Washington simplemente estaba “a la mano” cuando las colonias optaron por la independencia. Esta idea del “Big Bang”, según la cual la situación y los seguidores se combinaban para conformar un líder, al igual que la teoría del “Gran Hombre”, fue otra definición inapropiada.

Lo mismo que el amor, se conocía la existencia del liderazgo, pero nadie podía definirlo.

Muchas otras teorías sobre el liderazgo han llegado y han pasado. Algunas se ocupaban del líder; algunas de la situación. Ninguna resistió la prueba del tiempo. Con tales antecedentes, no sorprende que la investigación y la teoría sobre el liderazgo hayan sido tan frustrantes, como para que hayan merecido el título de “el Foso de Brea” de la investigación organizacional. Localizados en Los Ángeles, estos fosos de asfalto albergan los restos de una larga secuencia de animales prehistóricos que llegaron a explorar y allí se quedaron.

Ahora, no interrumpida por el Gran Hombre o por el Big Bang, tenemos una nueva oportunidad de evaluar a nuestros líderes y de meditar sobre la esencia del poder.

El poder hoy es notable por su ausencia. La impotencia es la faz de la crisis. Impotencia frente a la complejidad. Con la contradicción y la polarización del pensamiento y de la acción, el poder ha sido saboteado mientras que laboriosamente va surgiendo cierto pandemónium. Las instituciones han sido rígidas, perezosas, o veleidosas. Algunos considerados como líderes parecen ignorantes, distantes, insensibles y carentes de interés; y lo que es peor, se han intentado soluciones sin solidez, o no se han intentado en absoluto.

 

 

Estos son los tiempos difíciles en los cuales un genio desearía vivir. Las grandes necesidades exigen grandes líderes. Abigail Adams, 1790, en una carta dirigida a Thomas Jefferson.

 

Liderazgo es una palabra que está en la boca de todos. Los jóvenes lo atacan, y por él los mayores se hacen más sabios. Los padres lo han perdido y la policía lo busca. Los expertos lo alaban, los artistas lo menosprecian, y los académicos lo desean. Los filósofos lo reconcilian (como autoridad) con la libertad, y los teólogos demuestran su compatibilidad con la conciencia. Si los burócratas pretenden que ellos lo tienen, los políticos desearían tenerlo. Todo el mundo está de acuerdo en que hay menos liderazgo del que solía haber. Como pretendía un tal señor Wildman en 1648: “El liderazgo está hecho añicos”.

A la vez, la historia abunda en nombres de personas que han ejercido un extraordinario liderazgo y han estado a la altura del desafío de su época. Winston Churchill, Mahatma Gandhi,

Franklin D. Roosevelt. Su liderazgo creó grandes naciones. Tom Watson, Edwin Land, Alfred P. Sloan. Su liderazgo creó grandes organizaciones.

Con frecuencia la enormidad del desafío contemporáneo y el ritmo del cambio parecen no estar acompañados de grandes concepciones e individuos que puedan ponerlas en práctica. Este vacío, como tanta oscuridad, puede augurar nuevos líderes. Ciertamente, en esta moratoria se han incubado nuevas ideas sobre el liderazgo. Con el desarrollo de grandes hombres y mujeres, podemos prever nuevas y estimulantes visiones del poder.

Nunca la necesidad fue mayor. Una crisis crónica de gobierno —es decir, la difundida incapacidad de las organizaciones para resolver las expectativas de sus miembros— es un factor avasallador en todo el mundo. Si alguna vez hubo en la historia un momento que exigiera una visión global y estratégica del liderazgo, no solo de unos pocos líderes de posiciones elevadas, sino de grandes cantidades de ellos en cada trabajo, desde una concesionaria de comida rápida McDonald’s hasta una oficina de abogado, es el momento actual.

Este libro se ha escrito con el convencimiento de que el liderazgo es la clave del éxito organizacional y de que, para crear empresas vigorosas y viables, se necesita un liderazgo que ofrezca una visión de lo que pueden llegar a ser y luego las impulse para alcanzarlo. General Motors, AT&T, Citicorp, Honeywell, IBM, TRW, GE, son ejemplos parciales de corporaciones importantes de los Estados Unidos que han invertido en transformaciones organizacionales para asegurar su vitalidad a largo plazo.

El principal eje motor en todos los casos ha sido el liderazgo. El nuevo líder, que es el tema que toca este libro, es quien compromete a la gente a la acción, quien transforma seguidores en líderes, y quien puede convertir líderes en agentes de cambio. Esto lo designamos “liderazgo transformativo”, y nos referiremos con frecuencia a este concepto.

Pero antes de continuar, nos gustaría decir algunas cosas sobre el liderazgo y sobre el contexto administrativo de hoy, que vuelve tan problemático el liderazgo.

 

Pocos tópicos han generado más estudios y consumido más tinta y conversación en el mundo de los negocios que el “liderazgo”. Los historiadores, periodistas, autores y el público en general se enfrascan en un proceso permanente de análisis y debate sobre los pros y los contras del estilo de un líder versus el otro.

Casi todos tenemos una opinión sobre liderazgo de otras personas y, dadas circunstancias apropiadas, casi todos defenderán muy apasionadamente lo que piensan o sienten. Pese a todos los siglos de indagación y preocupación por el tema, todavía no hay consenso universal sobre que funciona y qué no. Lo que funcionó para una persona en un conjunto de circunstancias no funciona para otra en circunstancias diferentes.

Durante los últimos cincuenta años se han propuesto muchos conceptos diferentes de liderazgo, a menudo mediante un mercadeo inteligente, los cuales parecen desaparecer inevitablemente de la escena pocos años después. Este liderazgo efímero implica que hay alguna fórmula mágica, alguna receta que, una vez descubierta, creará instantáneamente líderes maravillosamente exitosos. Pero no hay ningún conjunto definido de reglas, ninguna prescripción, ninguna fuente de sabiduría de la cual beber, ni ningún gurú a quien estimular. El liderazgo radica en cada individuo. Radica en el núcleo de la inteligencia emocional de cada persona, o en las competencias emocionales esenciales que permiten una comprensión de lado humano del liderazgo, el poder y las relaciones.

El sello distintivo de quienes hoy se desempeñan mejor incluye la conciencia de si mismo y de otras personas, la habilidad para trabajar con otros para maximizar la productividad, la voluntad de abrazar el cambio, la valentía y las destrezas para resolver conflictos y la visión para estimular el progreso.

La visión más nueva del liderazgo y el poder es que ambos existen en virtualmente todos los niveles de la organización y que las personas son capaces de expresarse con rapidez cuando la necesidad o la situación se presentan. De hecho, el cambio fundamental requerido es desde el control hacia la libertad- desde el control percibido hacia una libertad con responsabilidad. Las personas ahora son vistas como la fuente de energía vital y responsable que puede lanzarse a la acción, no a través de la dirección y el control sino de su propio compromiso personal con la visión en común y una creencia en los valores de la organización

RSS
Facebook
Twitter