Cambios de paradigma
Miguel Ángel Pla
Presidente y Director General
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Los contextos de apatía, la intensificación del cambio y la incertidumbre hacen que el liderazgo se asemeje al manejo de mecanismos que operan de manera cada vez más rápida y descontrolada.
A pesar de las mediocridades, los disfraces, las transgresiones, las destrucciones y las dislocaciones de las dos últimas décadas, creemos, junto con muchos pensadores contemporáneos, que la angustia e incluso la falta de lealtad que padece el pueblo norteamericano no está exenta de estupor.
Nos estamos aproximando a un giro capital en la historia: lo que Jaspers llamaba “punto axial”, en el que se busca una visión desde otra altura, en el que es necesario revisar nuestra escala de valores.
No hemos de fijar nuestros horizontes en los mandatos de instituciones cada vez más atrofiadas, sino en el florecimiento de nuevas empresas.
Falta algo, una cuestión que ha sido desdeñada sistemáticamente, sin excepción: el PODER, la energía básica para iniciar y sostener la acción que traduzca la intención en realidad, la cualidad sin la cual los líderes pueden liderar.
Históricamente, los líderes más bien han controlado que organizado, más bien administrado la represión que la expresión, y más bien han mantenido a sus seguidores la inmovilidad que estimulado su evolución.
En realidad estamos progresando, pero lo hacemos sin otorgar al poder un sitio en nuestra perspectiva. Nuestro temor a la confrontación ya entre amantes, ya entre amigos o bien al delito, las injusticias locales, los medios de comunicación o el gobierno ha ralentizado y en ciertos casos obstruido la participación en un futuro justo.
Debemos aprender a percibir el poder como lo que es en realidad: básicamente, la base del liderazgo. Nos enfrentamos a un futuro incierto e intranquilizador, pero no a un futuro sin visión. La visión es la mercancía de los líderes y el poder es su moneda corriente. Nos hallamos en un momento decisivo de nuestra historia nacional y no podemos retroceder, ni como individuos ni como país, a lo que éramos hace diez años, cinco o sólo uno. El futuro ya es; ha llegado nuestro turno.