Estamos viviendo momentos en los que es cada vez más difícil, si no imposible, llegar a la oficina y dejar atrás lo que sucede afuera. Estamos enfrentándonos a problemas difíciles y emocionales en nuestra sociedad: acoso sexual, racismo y divisiones políticas profundas que no se pueden olvidar antes de entrar por la puerta. Solo somos humanos; es imposible pensar que podemos ir a trabajar y no seguir enfadados, heridos o decepcionados por problemas que no se originan en nuestras empresas o con nuestros compañeros.
Como decano de una escuela de negocios, tengo muchas conversaciones con líderes empresariales que me dicen que se sienten cada vez más desafiados por cómo los problemas externos afectan a los miembros de su equipo. Para muchas personas, los temas que involucran asuntos políticos o sociales se consideran tabú en el trabajo. ¿Cómo los maneja? ¿Qué pasa si dice algo equivocado? ¿Y si suena ridículo? ¿Qué pasa si ofende a alguien? ¿Qué pasa si es incómodo? Después de todo, como dice la cita célebre: “Es mejor permanecer en silencio y ser considerado un tonto, que hablar y eliminar cualquier duda”.
No obstante, cuando se trata del contexto en el que vivimos hoy, discrepo respetuosamente con esa frase y ofrezco este humilde consejo: hable. Existe el peligro de permanecer en silencio. En ausencia de la conversación, la gente hace suposiciones. Pueden suponer que no le importa o que está de acuerdo con un punto de vista que les haga sentirse marginados. Pueden hacer suposiciones sobre quién es usted o si no está actuando con intención positiva.
Esto me recuerda a una conversación que tuve hace poco con la presidenta de la Liga Profesional de Baloncesto Femenino de Estados Unidos (WNBA, por sus siglas en inglés), Lisa Borders, que ilustra el peligro del silencio. Estábamos discutiendo las relaciones raciales en Estados Unidos. La interpretación de Lisa es que estamos en tan mal lugar porque aprobamos la legislación hace 50 años y muchos de nosotros dejamos de hablar sobre el problema. Como afirma Lisa: “si no limpia las canaletas de su casa durante cinco años, no controlarán el agua de la lluvia. Incluso podrían desbordarse. ¿Qué le hace pensar que podríamos aprobar una ley, no prestar atención durante 50 años a ese tema y no esperar que nuestra sociedad se conviertaen un caos? Tiene perfecto sentido donde estamos”. Para mí también tiene sentido. El silencio puede empeorar el problema.
Si realmente profundizamos en lo que nos privade tener estas conversaciones, generalmente se trata del miedo. Tememos parecer ridículos. Tememos no decir algo perfecto. Tememos lo incómoda que sería la conversación. Sin embargo, si se hace con humildad genuina y la intención de buscar la comprensión verdadera, una conversación incómoda puede ser una de las mejores maneras de profundizar en las relaciones.
Le pondré un ejemplo personal. Hace unos años, quería contratar a un miembro de la facultad con mucho talento de una escuela de negocios cercana. Ella es investigadora y profesora de primer nivel que también resulta ser una mujer negra. Planeé un viaje para ir a verla con la esperanza de poder convencerla en persona de mudarse a Duke (EE. UU.). Sin embargo, a medida que se acercaba el viaje, estaba cada vez más ansioso. Quería asegurarme de que esta profesora no pensase que quería que se uniera a nosotros solo por su raza y género.
Decidí consultar a una compañera de confianza que también es una mujer negra. Ella siempre dice lo que piensa y yo sabía que sería sincera conmigo, aunque tengo que admitir que definitivamente me sentí incómodo al abordar el tema. Así fue la conversación:
Yo: “Quiero contratar a esta mujer sin importar el color de su piel, pero el hecho de que ella sea una mujer negra también me atrae, porque creo firmemente en el valor de la diversidad. Sin embargo, no quiero que piense que quiero contratarla solo por su raza y género. ¿Qué debería hacer?”.
Compañera: “Olvídese de usted. Dígale lo que acaba de decirme a mí”.
No tenía nada en contra del consejo de mi compañera, aparte de que la conversación me haría sentir incómodo. Así que hice lo que ella me sugirió. Terminé y tuve la conversación con la mujer que estaba tratando de reclutar. Para mi sorpresa, no fue muy incómodo. Hablamos abiertamente y creo que ambos nos sentimos mejor por haber abordado lo que podría haber sido una situación realmente incómoda.
Se necesita humildad para tener estas conversaciones. Debe estar dispuesto a ser vulnerable. Necesita tener confianza para entablar un diálogo realmente productivo. También debe obtener el permiso de la otra persona. Puede empezar con algo como: “no estoy seguro de cómo decir esto, pero creo que tenemos que hablar sobre este tema. ¿Le parece bien?”. O, “me doy cuenta de que esto es incómodo, pero realmente quiero entender más a cómo se siente. ¿Estaría cómodo hablando de esto?”.
Uno de nuestros exalumnos compartió un poderoso ejemplo de este enfoque hace poco. Un miembro de su equipo no se identifica con los roles de género binario. Nuestro exalumno no estaba seguro de cómo interactuar adecuadamente con esta persona y estaba preocupado por ofenderla. Se acercó a la persona y le pidió permiso para tener una conversación incómoda y recibir orientación por su parte. El resultado fue que nuestro exalumno se enteró de lo que significaba ser de género ambiguo y también llegó a conocer a su compañero como persona. Su relación se hizo más fuerte y como resultado, el trabajo que pudieron producir como equipo fue incluso mejor. Al mostrar la vulnerabilidad y el compromiso de asegurarse de que su compañero se sintiera verdaderamente aceptado y cómodo, nuestro exalumno pudo forjar una relación que alentó a un miembro del equipo a ser verdaderamente auténtico y así dar lo mejor de sí mismo.
Me encanta esta historia ya que ilustra cómo estas conversaciones pueden ser tan poderosas a nivel humano. En estos tiempos tan polarizados es fácil refugiarse en silos y no abordar la diferencia o los sentimientos individuales. Es fácil permanecer en silencio y suscribirse al argumento de que la oficina no es un lugar para el diálogo más allá del ámbito comercial. Sin embargo, debemos estar dispuestos a abrazar lo incómodo para desarrollar la capacidad de tener conversaciones abiertas y honestas sobre temas divisivos o personales que son importantes, o arriesgarnos a que estos problemas impacten negativamente en nuestros empleados y en nuestro negocio.
Pedir permiso para ser incómodo y fomentar la honestidad es la única forma en la que podremos llegar a un entendimiento común en tiempos tan difíciles, incluso en el trabajo.