04Jan 2017

Diverse business group meetingMiguel Angel Pla  Presidente y Director General   MPC  ww.miguelpla.com  direccion@miguelpla.com Teléfono: (01800) 8381363 y (81) 83784710

Cuando absolutamente toda la gente de la organización se involucra en el aprendizaje y a su misma vez la práctica de valores y nuevas estrategias a niveles propios que les son relevantes, puede producirse un desarrollo significativo de liderazgo, el crecimiento de la organización y por supuesto el cambio.

La estrategia perfecta debe abarcar las tres dinámicas esenciales de la vida organizacional :

  1. Comprenderse a uno mismo y a los demás
  2. Comprender cómo entablar y promover relaciones sólidas
  3. Comprender como usar el poder con eficacia.

Una vez que todo el equipo comprenda la dinámica se empieza a desarrollar el liderazgo en todos los niveles de la organización, no sólo en la cúpula. El compromiso, la iniciativa, la creatividad y la innovación se pueden desarrollar de muchas maneras distintas en forma de trabajo en equipo.

Todos tenemos una opinión sobre el liderazgo de otras personas y según nuestras circunstancias defendemos con mucha pasión lo que pensamos o sentimos.

Aunque hayan pasado siglos de indagar sobre el tema todavía no hay un consenso universal sobre que es lo que sí funciona y lo que no. Dado que, lo que funciona para una persona en un conjunto de circunstancias no funciona para la otra ya que se encuentran en contextos y circunstancias totalmente distintas.

El liderazgo radica en cada individuo, en algún momento de nuestra vida todos hemos sido líderes, esto radica en el núcleo de la inteligencia emocional que tiene cada ser humano.

Los líderes tienen poder personal real es decir, son aquéllos con quienes otros cuentan diariamente porque se puede confiar en el logro de sus resultados, son aquellos que los demás recurren cuando surgen problemas, confusiones o simplemente cuando necesitan compartir una idea creativa.

¡El verdadero trabajo en equipo SÍ funciona! Solo si la visión más nueva del liderazgo y el poder es que ambos existen en virtualmente todos los niveles de la organización y que las personas son capaces de expresarse con rapidez cuando la necesidad se presenta. El cambio fundamental que se requiere es desde el control hacia la libertad con responsabilidad.

26Apr 2016

Cuando se trata de persuadir, el nivel más básico es… el del puñetazo en la mesa, si bien hoy es una forma mal vista… al menos teóricamente. Todos nos podríamos apuntar a que “Los altavoces refuerzan la voz, pero no los argumentos” (Kaspar) pero también es cierto que muchas veces se tiene más en cuenta el nivel de ruido o la jerarquía para tomar decisiones. Y así nos va…

Un nivel algo más sutil que el anterior es el de persuadir desde nuestra visión personal de las cosas, tendiendo así a argumentar y defender con pasión aquellos puntos de vista que están de acuerdo con nuestras creencias, pensamientos, sentimientos, valores y experiencias.

No ver el mundo con los ojos sino con nuestro cerebro, nos suele llevar con frecuencia a  descuidar datos y comprobaciones y a pretender infantilmente que aún así los demás nos sigan y se entusiasmen con lo que proponemos.

Lo que vence pero no convence

Muchos de los planteamientos habituales -especialmente vinculados a formas pobres de ejercer el liderazgo- son poco eficaces porque ni son objetivos ni son formalmente correctos. A saber:

  1. Plantear las cosas en términos absolutos y competitivos (para ganar), sin un análisis objetivo de datos. Algo que se hace desde estilos “autoritarios” y que también se ve mucho en las tertulias de televisión. Como consecuencia, los demás se cansan y se limitan a ceder… sin sentirse convencidos.
  1. Defender los puntos de vista personales con arrogancia y/o “aires de superioridad” y sin dar apenas espacio a lo que otros puedan decir. Un ejemplo típico  de este estilo “paternalista” suele ser el “te lo digo por experiencia”.
  1. Solo argumentar de un modo “oportunista”, es decir, en función del beneficio personal y no del colectivo,  bien sea imponiendo u ocultando el propio criterio en función de que las circunstancias lo permitan.
  1. Actuar con un estilo “conservador” y así defender una posición o la otra según vayan las cosas y de qué personas se trate. Un caso típico es cuando esto se hace en función de la jerarquía o antigüedad.
  1. Dejar pasar las cosas, esperar que se resuelvan solas y defenderse con el típico “A mi no me informaron de eso…”
  1. Argumentar desde un estilo “amistoso”, es decir, con muchas precauciones o de una forma indirecta para evitar un posible rechazo de los demás: “A lo mejor me equivoco, pero creo que…”

Cultiva tu liderazgo argumentando mejor

Es fácil ver los estilos que “vencen pero no convencen” en los demás. Es algo más difícil verlos en uno mismo. Sin embargo, “haberlos hailos” y cada cual tiene su tendencia.

A partir de ella estaría bien reconocer que lo más eficaz suele ser tomar decisiones en función de las circunstancias y basándolas en la información disponible. Y lo contrario no solo lleva a malas decisiones sino a generar una progresiva desmotivación y desconfianza.

Con todo esto, si quieres comunicarte de un modo más eficaz y así trabajar tu liderazgo desde la argumentación quizás podrías considerar lo siguiente:

  1. Practicar la “escucha activa” como fuente objetiva de información y también como ejercicio de inteligencia emocional. ya que no solo se convence con el “qué” sino también con el “cómo”. Fondo y forma son inseparables.
  1. Trabajar siempre que se pueda con datos y hechos objetivos y, consecuentemente, con flexibilidad y apertura para atender y ceder la razón a ideas contrapuestas si alguien demuestra con datos sus planteamientos.
  1. Utilizar con rigor los datos a la hora de presentarlos
  1. La defensa de las propias ideas no debería caer en el absolutismo. Incluso aunque los datos las apoyen rotundamente. Un argumento lleno de datos pero falto de empatía puede ser rechazado por crear la sensación de que hay ganadores y perdedores. Por eso nunca estará de más utilizar el lenguaje con habilidad y adaptando nuestro estilo a cada persona.
22Apr 2016

Cuando se trata de persuadir, el nivel más básico es… el del puñetazo en la mesa, si bien hoy es una forma mal vista… al menos teóricamente. Todos nos podríamos apuntar a que “Los altavoces refuerzan la voz, pero no los argumentos” (Kaspar) pero también es cierto que muchas veces se tiene más en cuenta el nivel de ruido o la jerarquía para tomar decisiones. Y así nos va…

Un nivel algo más sutil que el anterior es el de persuadir desde nuestra visión personal de las cosas, tendiendo así a argumentar y defender con pasión aquellos puntos de vista que están de acuerdo con nuestras creencias, pensamientos, sentimientos, valores y experiencias.

No ver el mundo con los ojos sino con nuestro cerebro, nos suele llevar con frecuencia a  descuidar datos y comprobaciones y a pretender infantilmente que aún así los demás nos sigan y se entusiasmen con lo que proponemos.

Lo que vence pero no convence

Muchos de los planteamientos habituales -especialmente vinculados a formas pobres de ejercer el liderazgo- son poco eficaces porque ni son objetivos ni son formalmente correctos. A saber:

  1. Plantear las cosas en términos absolutos y competitivos (para ganar), sin un análisis objetivo de datos. Algo que se hace desde estilos “autoritarios” y que también se ve mucho en las tertulias de televisión. Como consecuencia, los demás se cansan y se limitan a ceder… sin sentirse convencidos.
  1. Defender los puntos de vista personales con arrogancia y/o “aires de superioridad” y sin dar apenas espacio a lo que otros puedan decir. Un ejemplo típico  de este estilo “paternalista” suele ser el “te lo digo por experiencia”.
  1. Solo argumentar de un modo “oportunista”, es decir, en función del beneficio personal y no del colectivo,  bien sea imponiendo u ocultando el propio criterio en función de que las circunstancias lo permitan.
  1. Actuar con un estilo “conservador” y así defender una posición o la otra según vayan las cosas y de qué personas se trate. Un caso típico es cuando esto se hace en función de la jerarquía o antigüedad.
  1. Dejar pasar las cosas, esperar que se resuelvan solas y defenderse con el típico “A mi no me informaron de eso…”
  1. Argumentar desde un estilo “amistoso”, es decir, con muchas precauciones o de una forma indirecta para evitar un posible rechazo de los demás: “A lo mejor me equivoco, pero creo que…”

Cultiva tu liderazgo argumentando mejor

Es fácil ver los estilos que “vencen pero no convencen” en los demás. Es algo más difícil verlos en uno mismo. Sin embargo, “haberlos hailos” y cada cual tiene su tendencia.

A partir de ella estaría bien reconocer que lo más eficaz suele ser tomar decisiones en función de las circunstancias y basándolas en la información disponible. Y lo contrario no solo lleva a malas decisiones sino a generar una progresiva desmotivación y desconfianza.

Con todo esto, si quieres comunicarte de un modo más eficaz y así trabajar tu liderazgo desde la argumentación quizás podrías considerar lo siguiente:

  1. Practicar la “escucha activa” como fuente objetiva de información y también como ejercicio de inteligencia emocional. ya que no solo se convence con el “qué” sino también con el “cómo”. Fondo y forma son inseparables.
  1. Trabajar siempre que se pueda con datos y hechos objetivos y, consecuentemente, con flexibilidad y apertura para atender y ceder la razón a ideas contrapuestas si alguien demuestra con datos sus planteamientos.
  1. Utilizar con rigor los datos a la hora de presentarlos
  1. La defensa de las propias ideas no debería caer en el absolutismo. Incluso aunque los datos las apoyen rotundamente. Un argumento lleno de datos pero falto de empatía puede ser rechazado por crear la sensación de que hay ganadores y perdedores. Por eso nunca estará de más utilizar el lenguaje con habilidad y adaptando nuestro estilo a cada persona.
21Apr 2016

El ser líder no lo da el cargo, sino las cualidades. Ser influyente, dedicado y flexible, son algunas de las características necesarias para ejercer un liderazgo positivo y efectivo en la empresa.

Recuerda que un líder dentro de tu empresa es invaluable. Apóyalo y protégelo, y verás como potencia al resto de la compañía.

1- No es cuestión de jerarquía – Antes de hablar de cualidades hay que definir que es un líder. No siempre, más bien pocas veces, podemos identificar en el staff a auténticos líderes. Es un mito muy extendido que los líderes en las empresas son los directores generales, gerentes, etc. Pueden serlo, o no, ya que no es la jerarquía lo que define al líder. Un líder lo podemos encontrar en el empleado que lleva el control de salidas del departamento de expediciones de nuestro almacén.

2- Influencia – Un líder es aquel que por entrega, principios, carácter, ética, valoración auténtica de los demás, habilidad de trato, competencia y carisma, es capaz de influir en el comportamiento de un grupo de personas aunque no dependan de él jerárquicamente, y en nuestro caso, influir positivamente en la consecución de los planes de empresa en su sección, departamento, o incluso si éste líder está en el lugar adecuado de la dirección, en el éxito de futuro de ésta empresa.

3- Rodearse de líderes – De hecho, no es del todo necesario que el directivo haya de tener forzosamente las cualidades que definen a un líder. Pero un directivo que no las posea en ese grado, si sabe reforzarce con un buen equipo en el que figuran líderes, será un buen directivo.

4- Creativo, flexible y carismático – Así como el directivo se ha de preocupar por la estrategia, poseer mentalidad estructurada y analítica, dominar la gestión por objetivos en todo su proceso (definición, seguimiento y consecución), y en definitiva ha de ser un buen negociador y controlador de cumplimientos, el líder normalmente es más creativo, más flexible, y confía en su carisma personal para influir en los demás. Si hace suyos los objetivos, si estos planes están bien estructurados, contribuirá decisivamente a su éxito.

5- Interés y dedicación – Al líder, por carácter, no le preocupa una situación momentánea de caos, busca nuevas fórmulas, y se interesa sinceramente por la satisfacción de las personas de su equipo, tanto si dependen jerárquicamente de él, como si son compañeros. Y finalmente, el líder ha de tener amor y dedicación por su trabajo.

 

6- No lo deje escapar – Si tiene en su empresa alguien con estas cualidades, no le ponga palos en las ruedas, y controle que los jefes de departamento no lo obstaculicen por miedo a perder protagonismo, como suele suceder. Si tienen la suerte de tenerlo, hazlo partícipe de los proyectos de empresa, activen la comunicación vertical y lateral (y aunque no lo tenga, la buena y sincera comunicación es fundamental para la marcha de una empresa), dejen que desarrolle su potencial. Tener un director que reuna las cualidades del directivo y del líder, no tiene precio.

21Apr 2016
1. Motivación personalizada
Hay trabajadores talentosos que pueden estar bloqueados, por miedo o frustración, que les impiden dar lo mejor de sí mismos, ya que provocan desmotivación para hacer las tareas. Por ello, hay que tratar de aplicar una motivación personalizada a cada empleado. Consta de tres simples pasos: generar un clima de confianza, para poder hablar con libertad y tranquilidad; preguntar directamente por su problema o problemas; y convertirse en un guía que le ayude a superar esos problemas.
2. Compartir anécdotas personales
Hablar con los trabajadores sobre la forma en la que aprendió ciertas cosas de la vida o del trabajo, como se superaron obstáculos, les permite creer que las cosas son posibles. Se convertirá usted mismo en una referencia para ellos.
3. Reconocer el trabajo bien hecho
Cuando alguien haga de manera excelentemente su trabajo, o haya aplicado el máximo esfuerzo, es muy positivo felicitarle por ello. Un buen trabajo siempre debe notarse.
4. Corregir con inteligencia
Cuando un colaborador falla, hay que saber corregirlo, para no provocar desmotivación. Hay que tener tacto, hablar con él en privado, comentar los errores con tranquilidad, y buscar juntos soluciones y respuestas para que no se vuelva a repetir.
5. Convertir las metas personales en las de la empresa
Hay que esforzarse para que los empleados hagan suyas las metas de la empresa. Y viceversa, hay que tratar de ayudar a los empleados a conseguir sus metas personales, para que estén motivados.
13Apr 2016

Que un proyecto salga hacia delante o que un grupo de trabajo funcione, en gran parte, depende de un buen líder que dirija, organice, delegue y sea respetado. Ya hablamos sobre los tipos de líderes en el trabajo pero, ¿Qué aspectos tienes que trabajar si quieres ser un buen líder?

 

Comunicación

Un buen líder tiene que saber comunicar y trasmitir a sus empleados o compañeros, pero también tiene que saber escuchar. El líder tiene que dar su opinión pero eso no significa que sea una verdad absoluta. Tiene que haber un feedback con los trabajadores.

Integridad

Hay que ganarse el respeto de los trabajadores y siendo íntegro lo conseguirás más fácilmente. Alguien que va con la verdad por delante y no traiciona a nadie será un ejemplo a seguir para todos. Además, de este modo evitarás moverte en un ambiente de trabajo hostil.

Conocimiento

Aunque no es el aspecto más importante, ya que un líder también puede rodearse de buena gente y triunfar coordinándolos, sí que facilita el proceso de toma de decisiones y el respeto de la gente que tienes a tu mando. No hay que olvidar que hay que estar en constante aprendizaje y atento a los últimos estudios y tendencias.

Decisión

Tiene que saber decidir y tomar la decisión en el momento que sea necesario. Ideas y opciones tenemos todos, pero elegir la correcta tiene unas responsabilidad que tiene que asumir el líder.

Motivación

Hay que saber motivar a los empleados y saber levantar el ánimo de uno mismo. Días difíciles los tenemos todos pero el líder tiene que sobreponerse y llegar al trabajo al 200% y, lo más importante, contagiarlo al resto.

Simpatía

Dar órdenes no significa ser un ogro con las personas a tu mando. Es recomendable ser igual de agradable con los trabajadores que como con los clientes. Escuchar los problemas y preocuparse por su gente hará que en los momentos difíciles tanto profesionales como personales te sientas respaldado.

Retroalimentación

Un buen líder se retroalimenta de su grupo. Él decide pero no es un dictador. Escuchar las ideas de los demás, lo que pueden aportar y las inquietudes que tengan puede aportarte conocimientos y diferentes visiones. Muy recomendable para no resultar autoritario y que la gente se sienta valorada.

Gestión tiempo

Por desgracia el tiempo es finito. Hay que organizar bien las tareas y aprovechar bien el tiempo que tenemos de trabajo. Si lo hacemos bien podremos incluso descansar y así no saturar a nuestra gente. Un buen líder entrega sus trabajos en el día o incluso antes.

Mejoría

Buscar la perfección no es malo, pero sí obsesionarse con ella. Siempre hay que intentar mejorar y perfeccionar las técnicas, tiempos de ejecución, tareas… pero siendo conscientes de que no siempre vamos a conseguirlo. Y no por ello tenemos que desesperarnos.

Control

Una persona no puede estar al tanto de todo. Puedes ser un genio y querer controlar cada cosa pero eso va a evitar que puedas aplicar todo tu potencial en ciertas tareas. Delega y haz jefes de equipo que te mantengan al tanto de todo pero sin estar pendiente de cada trabajo.

 

Aunar todos estos aspectos es muy complicado, sin embargo un buen líder trabaja por mejorar aquello de lo que carece y potencia aquello que tiene. Tiene que saber ser el mejor, o al menos intentarlo, con lo que tiene y no rendirse nunca

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