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Trabajar con un jefe tóxico es una de las principales razones por las que los colaboradores experimentan estrés y sienten insatisfacción en su trabajo, provocando a su vez un bajo nivel de compromiso.
Por desgracia, existe una alta probabilidad de que tengas un jefe así. De acuerdo con el artículo de Gallup, Why great managers are so rare, las empresas eligen a la persona equivocada para dirigir al equipo el 82% de las ocasiones.
Otra encuesta de Gallup, realizada en el 2015, nos dice que el 40% de los colaboradores deja su trabajo para alejarse de un jefe tóxico. Estos son los que deliberadamente disfrutan de hacer sentir mal a los demás para su propio beneficio o bien son los que de forma más pasiva simplemente son muy malos en su trabajo; cualquiera que haya tenido alguno de estos dos tipos, sabe a lo que me refiero, ambos merman el bienestar y la productividad de la empresa.
Una simple manera de saber si tienes un jefe tóxico es preguntarte si frecuentemente él o ella te hace sentir miedo, frustración, molestia o tristeza. En otras palabras, te hace sentir infeliz en el trabajo.
Deseo de poder: Son jefes que están enfocados en llegar a la cima y no les importa a quién puedan dañar en el proceso. Lamentablemente, en nuestra sociedad esta característica es ampliamente aceptada, sin embargo, un jefe con fuerte orientación de poder es poco empático, se mantiene desapegado de su equipo, a menudo no proporciona apoyo y se aprovecha quedándose con el crédito de lo que hacen otros.
Ante un jefe así los colaboradores reaccionan de alguna de las siguientes formas: se hacen demasiado dependientes y no son capaces de tomar la iniciativa sin antes pedir permiso o actúan con resentimiento hacia el jefe, desafiando su autoridad. Ambas reaccionen afectan negativamente la creatividad, comunicación, bienestar y efectividad.
Control: Si tienes un jefe con control excesivo, que le gusta estar involucrado en todo lo que haces y te dice con lujo de detalle cada cosa que tienes que hacer, seguramente te frustra, te hace ineficiente y te hace sentir que no confía en ti. En el otro extremo, un jefe en un puesto o área más demandante con muy poco control también genera inseguridad y estrés en el equipo.
No comunica correctamente: Un jefe que en la mayoría de las ocasiones no deja claro qué es lo que se tiene que hacer, el resultado esperado, las fechas de entrega y las formas de medición y luego se molesta porque lo esperado no se realizó, es un jefe tóxico. Un buen jefe deja claro todo lo anterior y además se asegura de contar con las herramientas para lograrlo.
Favoritismo: Un jefe que hace diferencias entre los integrantes del equipo, no tratando con respecto y justicia, genera malestar. Si adicionalmente otorga a sus preferidos con promociones o beneficios sin fundamento, genera resentimiento, mata la moral y como consecuencia, la productividad.
El No-No: Su primera respuesta a cualquier idea, innovación o cambio es “no se puede hacer”, “no va a funcionar”, “no les va a gustar” o “no funcionó, ya lo hicimos”. Por miedo al fracaso prefiere quedarse donde está. Son personas que les gusta discutir mucho y tienen una fuerte necesidad de reconocimiento, lo que les hace responder con escepticismo y sarcasmo. Para ellos es más fácil criticar que crear.
El sabelotodo: Cree que siempre tiene la razón y espera que los demás tomen su opinión como la verdad absoluta, por lo que no pregunta ni escucha otras opiniones y normalmente no apoya a su equipo. Sus colaboradores existen para hacer lo que él dice.
Si trabajas para alguien que tiene varias de las características anteriores ya sea por necesidad o por elección, tu bienestar emocional y efectividad se verán seriamente afectadas. Si renunciar no es opción, a continuación encontrarás algunas ideas que te ayudarán a sobrellevar a tu jefe tóxico y a sentirte mejor en tu trabajo:
Es importante tener claros los efectos que un líder tóxico tiene en la organización e identificarlos lo antes posible. Un gran líder inspira a las personas a dar lo mejor que tienen, mientras que un líder tóxico arruina el bienestar y la productividad de todos.
Miguel Ángel Pla // Presidente y Director General // direccion@miguelpla.com // Teléfono: (81) 43 00 25
El proceso de cambio abarca todas las actividades dirigidas a ayudar a la organización para que adopte exitosamente nuevas actitudes, nuevas tecnologías y nuevas formas de hacer negocios. La administración efectiva del cambio, permite la transformación de la estrategia, los procesos, la tecnología y las personas para reorientar la organización al logro de sus objetivos, maximizar su desempeño y asegurar el mejoramiento continuo en un ambiente de negocios siempre cambiante.
Todas las organizaciones cambian pero el reto que se plantean los directivos y, en general, todas las personas de la organización es que el cambio organizacional se produzca en la dirección que interesa a los objetivos de la organización. Es por ello que se habla de gestión del cambio, agentes de cambio, intervención para el cambio, resistencia al cambio, etc.
La percepción y dirección del cambio constituye, hoy más que nunca, un imperativo de gestión y una tarea de dirección al logro de unos resultados y a la mejora de los servicios que prestamos.
1. Tener una visión clara de lo que se pretende conseguir
Lo primero que requiere el jefe “promotor” es tener unos objetivos claros de lo que se quiere conseguir, una visión concreta de la situación futura que se pretende alcanzar. De ahí que la visión preceda siempre a la realidad. Para llevar adelante cualquier cambio es preciso hacerlo en primer lugar en la mente y materializarlo donde corresponda después.
Sin visión no hay cambio, es imposible. Es un requisito previo e imprescindible. Es la visión la que configura el futuro que deseamos y la que permite establecer la distancia entre nuestra situación actual y la situación del objetivo.
2. Tener convicción, entusiasmo y coraje para aplicar el cambio
Para promover llevar adelante el cambio es preciso que los jefes responsables estén plenamente convencido de su necesidad e importancia. Pero no solo deberá estar convencido sino también entusiasmado e ilusionado con el proyecto, lleno de coraje para hacer frente a las dificultades que se van a presentar en el transcurso de su ejecución.
3. Contar con el poder y autoridad necesarios
Los cambios no se producen con sólo desearlos y expresarlos, en muchas ocasiones es preciso forzarlos, para lo cual se requiere contar con el poder preciso para llevarlo a cabo. Por lo tanto, se hace preciso utilizar las diversas formas de poder existentes como son el coercitivo, el utilitario y la moral, los cuales deberán ser “sabiamente” utilizados de forma que nos permitan un progreso estable en el tiempo. Ya que un ejercicio requiere el tener que ir acompañado de una autoridad, a poder ser la persona o de liderazgo.
4. Saber influir
Para crear y promover el cambio es preciso también que el jefe tenga capacidad de liderazgo, o sea capacidad de influir sobre los seguidores para que ejecuten y lleven a buen fin el proyecto establecido. Todo cambio requiere superar múltiples obstáculos que solo son resueltas, si contamos con jefes que tienen las aptitudes precisas y pertinentes.
5. Ser proactivo
Y por último, el promotor del cambio debe ser una persona proactiva, en el sentido de que debe partir de él mismo la ejecución de los hechos y de los acontecimientos. El jefe pro-activo no espera a que sean las circunstancias o los factores externos quienes la resuelvan sus problemas o le propicien un entorno favorable para el cambio, sino que el mismo toma la iniciativa, actúa, recorre y hace su propio camino, opta en cada momento por la mejor alternativa existente y asume la responsabilidad de los resultados.