07Aug 2018

El coaching ha surgido como una necesidad en las organizaciones debido a las transformaciones que se han producido en la década de los noventa, en la que los líderes deben cambiar su forma de funcionar para hacer frente a la nueva era de globalización. El propósito de este trabajo es el estudio de diferentes modelos que se aplican en la práctica del coaching, y que permiten descubrir elementos que mejoran su funcionamiento, con objeto de mejorar la eficacia de estas intervenciones en los ejecutivos para obtener resultados de éxito a largo plazo. De lo que se trata es de conseguir validez y fiabilidad para que se reconozca como profesión en las organizaciones.

07Aug 2018

Kundapur Vaman Kamath fue maestro, pero ni trabajaba en un colegio ni ante una clase. Por el contrario, impartía sus lecciones en una oficina a sus empleados, durante sus cuatro décadas como alto ejecutivo y, después, director general del banco ICICI de la India. Kamath veía cada día como una oportunidad para dar una clase magistral sobre gestión a sus compañeros, ya fuera con consejos sobre comunicación con accionistas o explicando la importancia de marcarse objetivos ambiciosos. Con el tiempo, este enfoque transformó a la empresa en un invernadero de talento y liderazgo y aceleró su crecimiento. El ICICI se convirtió en uno de los bancos más grandes e innovadores de la India. Desde entonces, Kamath es considerado en su país como el mentor de toda una generación de ejecutivos de banca.

Durante los últimos 10 años he estado estudiando a grandes líderes mundiales como Kamath para comprobar en qué se diferencian de los directivos tradicionales. Una gran sorpresa ha sido la cantidad de veces que estos grandes gerentes insisten cada día en formar continúa e intensivamente a cada uno de sus subordinados, ya sea en persona o virtualmente. Psicólogos cognitivos, profesores y consultores educativos vienen reconociendo el valor de dicha instrucción personalizada desde hace tiempo: no solamente fomenta la competencia y el compromiso, sino que impulsa la excelencia de habilidades y la independencia a la hora de actuar y desarrollar ideas. Sin embargo, este tipo de enseñanza es poco común en el contexto de los negocios. De hecho, uno de mis hallazgos es que los líderes recurren a prácticas de gestión de empleados y desarrollo más tradicionales, como revisiones formales, presentaciones, asesoramiento sobre la carrera profesional, grupos de consulta y ayuda sobre las políticas internas de la empresa. Aunque algunos gerentes sí acaban impartiendo una clase o dos, pocos piensan en ello o lo integran como una parte esencial de su trabajo.

En cambio, los líderes excepcionales que he estudiado eran maestros de pies a cabeza. Pasaban bastante tiempo en las trincheras con los empleados, compartiendo con ellos sus habilidades técnicas, tácticas generales, principios de negocio y lecciones de vida. Su enseñanza era informal y orgánica ya que surgía a partir de las tareas que se estaban realizando en cada momento. Sus efectos tuvieron un impacto innegable: sus equipos y organizaciones fueron los que obtuvieron mejores rendimientos en sus respectivos sectores.

Afortunadamente, no hace falta ningún talento ni formación especial ni demasiado tiempo para enseñar de la manera en que lo hacen estos gerentes estrella. Simplemente, hay que seguir el precedente que han establecido: aprende qué hay que enseñar, cuándo hacerlo y cómo conseguir que tus lecciones se recuerden.

Lecciones inolvidables

Los grandes líderes enseñan sobre una gran variedad de temas, pero sus mejores lecciones, las más relevantes y útiles y que sus subordinados siguen aplicando y compartiendo años más tarde, forman parte de una de las siguientes tres categorías:

Profesionalismo

Un gerente que trabajó para el ejecutivo e inversor del sector inmobiliario Bill Sanders me comentó que este a menudo daba consejos sobre cómo cada uno podía evolucionar profesionalmente por sí mismo. Explicaba cómo prepararse eficazmente para reuniones, cómo comunicar una visión cuando hay que hacer una venta y cómo entender hacia dónde está yendo la industria en lugar de ver cómo es actualmente. Los discípulos de Kamath decían que él les enseñó cómo formar a los subordinados de una manera apropiada y constructiva, guiándolos al mismo tiempo que respetan su independencia. Otros gerentes hablan de cómo aprendieron de sus líderes el valor de enfatizar la integridad y los altos estándares éticos.

El antiguo director general de Burger King, Jeff Campbell, recordaba al difunto Norman Brinker, una leyenda de la comida rápida informal y uno sus primeros jefes, como alguien que “empezó con credibilidad”. “Estaba claro que realmente le importaba cómo se sentían los clientes y qué tipo de personas trabajan para él”, apunta Campbell. Un ejecutivo que fue subordinado de Tommy Frist Jr. cuando este fue director general de la Hospital Corporation of America (HCA) relató que este hablaba muchas veces con los médicos sobre la importancia de poner por delante al paciente. En esas ocasiones, les decía: “Vuestro deber es hacer exactamente lo que aprendisteis cuando prestasteis juramento. Si alguna vez algún director de un hospital os llama y os incita a hacer algo distinto a lo que creéis que es lo correcto, llamadme, porque el día en que empecemos a hacer eso, empezaremos a cerrar hospitales”.

Gajes del oficio

Podríamos pensar que la mayoría de los altos dirigentes delegan la formación de los pequeños aspectos de la empresa. Sin embargo, estrellas como el antiguo director general de fondos de inversión Julian Robertson y el icono de la moda Ralph Lauren formaban a su equipo con el mismo enfoque altamente disciplinado que utilizaban para ellos mismos, basado en amplios conocimientos y en su experiencia. Como comenta un subordinado de Robertson, “podía saber tanto, y en cualquier momento, sobre tantas empresas distintas que la cabeza de una persona normal daba vueltas”. Mindy Grossman, directora general de Weight Watchers y antigua ejecutiva en Polo Ralph Lauren, recuerda estar en salas de exposiciones con Lauren y escucharlo hablar sobre cómo alcanzar la integridad y autenticidad en la moda, ya fuera “creando una camiseta de 24 dólares o una falda de cocodrilo de 6.000 dólares”.

Del mismo modo, los empleados que trabajaban en Oracle bajo el mando de Larry Ellison comentan que, cuando dirigió la empresa, compartía constantemente sus conocimientos técnicos sobre la arquitectura del software. El cofundador y director general jubilado de Costco Wholesale, Jim Sinegal, recuerda la manera en la que su antiguo jefe, el fundador de Price Club, Sol Price, trataba habitualmente de desarrollar los conocimientos de sus empleados en detalles del sector minorista: “Se nos examinaba cada día y si algo no se estaba haciendo bien, él nos enseñaba cómo hacerlo”.

Lecciones de vida

Por supuesto, los grandes líderes no solamente dan lecciones sobre el trabajo, también ofrecen profundos conocimientos sobre la vida. Un detalle que podría considerarse como un exceso en sus funciones, pero me he dado cuenta de que a los gerentes les resultaba realmente útil. Por ejemplo, un médico del HCA al que ha entrevistado mi equipo de investigación recuerda como su antiguo jefe Frist le enseñó una tarjeta en la que había escrito sus metas a corto, medio y largo plazo. En una lección que este sanitario nunca olvidó, Frist explicaba que refinaba esas metas diariamente y que se sorprendía de que el resto de gente no llevara a cabo este tipo de ejercicio.

Otro ejemplo viene de Mike Gamson, un vicepresidente senior de LinkedIn, que ha contado a Business Insider que su primera reunión con el nuevo director general, Jeff Weiner, incluyó una conversación de dos horas sobre los principios budistas. Gamson le dijo que quería ser un líder más empático y Weiner le preguntó que por qué no prefería ser más compasivo. Ambos exploraron las diferencias entre estos dos conceptos, utilizando como recurso una parábola religiosa. Gamson vio que ambos tipos de líderes entienden las perspectivas de otros. Sin embargo, los jefes que empatizan corren el riesgo de verse involucrados en las emociones de la situación, mientras que los lideres compasivos tienen más probabilidades de conservar la calma y mantener las ideas claras. De esta manera, pueden ser más capaces de ofrecer ayuda. Esa lección de Weiner cambió por completo la filosofía de liderazgo de Gamson.

La ocasión perfecta

El momento en el que enseñan los líderes es casi tan importante como la materia que enseñan. Los líderes exitosos que he estudiado no esperaban a las revisiones formales ni momentos de check-ins, aprovechaban y creaban oportunidades para impartir conocimientos.

En el trabajo

Cuando el cofundador Costco Wholesale, Jim Sinegal, trabajaba con Price en Price Club, sabía que las lecciones podían llegar en cualquier momento. Según Sinegal, Price “pasaba día y noche enseñando”, ya fuera con consejos sobre tácticas de ventas al por mayor o hablando de cómo ser un mejor gerente. Chase Coleman III, un discípulo de Robertson afirma que este estaba siempre “preparado para enseñar una lección”, mostrando “cómo hacer las cosas y cómo llevar un negocio”.

Algunos líderes se aseguran de que el aprendizaje se produzca en el propio entorno de trabajo: en oficinas abiertas que permiten ver a los empleados, proyectar accesibilidad y fomentar conversaciones frecuentes. Otros eligen oficinas más convencionales, pero insisten en mantener políticas de puertas abiertas y pasar mucho tiempo con su personal para ofrecer consejos sobre la marcha y en los momentos en los que el equipo los puede procesar y comprender mejor. Campbell, un discípulo de Brinker, la leyenda de la comida rápida, relata un buen ejemplo. Una tarde en la oficina, Brinker mencionó un informe que Campbell había enviado recientemente a un miembro de su equipo pidiéndole que hiciera una tarea muy concreta. Campbell recuerda vivamente el comentario de su jefe: “Voy a darte un consejo: la próxima vez que le digas a alguien como Bill que haga algo, trata de darle el objetivo y déjale a él mismo descubrir cómo hacerlo. Verás lo listo o no que es y verás cómo, seguramente, se le ocurrirán algunas cosas que no se te hubieran ocurrido a ti”.

Inventar el momento

Los grandes líderes no esperan al contexto perfecto. Crean ellos mismos los momentos de aprendizaje, a menudo sacando a sus discípulos de la oficina y llevándolos a lugares más relajados o inusuales. Frist, un piloto entusiasta, a veces invitaba a la gente a su avión. El editor ejecutivo durante mucho tiempo de Philadelphia Inquirer, Gene Roberts, invitaba a sus subordinados a cenar y les daba “pequeñas claves” sobre cómo gestionar ciertas situaciones, tal y como recuerda un empleado. Eran “el mejor seminario al que asistir”, según otro jefe al que entrenó Roberts. Un ejecutivo de ICICI que solía ir desde el trabajo a su casa con Kamath se dio cuenta de que este era uno de los momentos favoritos del ejecutivo bancario para enseñar. Kamath apreciaba cualquier tipo de pregunta y ofrecía reflexiones, sobre todo, desde la filosofía de los negocios a la espiritualidad personal.

Los grandes líderes a menudo crean momentos didácticos fuera del entorno de trabajo

El famoso chef y emprendedor gastronómico René Redzepi, copropietario del restaurante Noma en Copenhague, lleva la enseñanza externa al extremo. En 2012 llevó a su personal completo a Londres a crear un establecimiento provisional de diez días. Unos años más tarde, los miembros del equipo se fueron a Tokio durante dos meses. Al año siguiente, viajaron a Sídney durante diez semanas y en 2017 dirigieron un establecimiento provisional en Tulum (México) durante siete semanas. El objetivo, según Redzepi, era “aprender explorando un lugar distinto y conociendo a gente nueva”. Se responsabilizó personalmente de que todos estuvieran ampliando sus horizontes culinarios. De vuelta a casa, él y su equipo trabajaron “para aplicar todos estos nuevos conocimientos a la rutina diaria”.

Lecciones expertas

Independiente de cuándo y dónde decidieran impartir sus lecciones, los líderes a los que he estudiado fueron lo suficientemente inteligentes para no pontificar ostentosamente o cargar a los empleados con demasiada información. Desplegaron una serie de técnicas más matizadas:

Instrucción personalizada

Los mejores profesores asumen la personalización ya que adaptan las lecciones a los perfiles de aprendizaje de cada alumno; los grandes dirigentes empresariales hacen lo mismo. Saben qué se le debe enseñar a cada subordinado para que encaje con sus necesidades concretas, su personalidad y su trayectoria. El fundador de Craigslist, Craig Newmark, recuerda haber recibido este tipo de consejos de su jefe anterior en una rama local de IBM tras un incidente en el que se comportó como un sabelotodo. Su jefe lo apartó del grupo y le dijo: “No corrijas a la gente cuando no sea realmente importante”.

Un alto directivo que trabajó para el directivo inmobiliario Bill Sanders describió una experiencia similar. Durante una reunión importante con potenciales socios comerciales, utilizó la expresión coloquial “tíos”. Después, en privado, Sanders le escarmentó por su lenguaje informal. El ejecutivo recuerda que Sanders puso su brazo alrededor de sus hombros “como un padre” y dejó claro que, aunque la reunión hubiera ido bien, “podría haber ido aún mejor”. Desde entonces, se ha esforzado por eliminar la expresión “tíos” de su vocabulario de negocios.

Robertson, el directivo de fondos de inversión, era un maestro a la hora de proporcionar consejos orientados y, concretamente, en personalizar sus internaciones con sus subordinados. “Se le daba muy bien entender lo que motivaba a la gente y saber extraer un rendimiento máximo de ellos”, explica Coleman. “A algunos los apoyaba; a otros, les hacía sentir un poco menos cómodos. Adaptaba su enfoque a lo que consideraba más efectivo para cada uno”.

Preguntas

Los grandes líderes también utilizan los consejos de Sócrates y enseñan haciendo preguntas relevantes mientras profundizan en su propio aprendizaje. Según un compañero de HCA, Frist “al principio siempre hacía preguntas profundas para saber lo que estaba pasando, para educarse a sí mismo, no para hacerte sentir como que estabas haciendo algo apropiado o inapropiado: era toda una aventura educativa”.

El restaurador Brinker también “hacía siempre preguntas”, afirma un antiguo ejecutivo senior que fue su subordinado. “¿Qué opinas de esto? ¿Qué opinas de aquello? Si este fuera tu restaurante, ¿qué harías distinto?” Además, impulsaba a su equipo a que hicieran lo mismo: “¿Has hablado con los empleados? ¿Qué tipo de feedback tienes de los clientes?”

Dar ejemplo

Otra táctica efectiva y bastante común entre los ejecutivos que he estudiado, junto con otras técnicas que he mencionado, era la más simple: liderar dando ejemplo. El presidente de Investment Company de la Universidad de Princeton, Andrew Golden, explica que su anterior jefe, el responsable principal de inversiones de Yale, David Swensen, era conocido por asegurar a los nuevos empleados que haría todo lo posible no solamente para ayudarles a desarrollarse sino también para promocionar a otros puestos cuando estuvieran listos: de hecho, de esta forma acabó Golden en su actual puesto. Él y otros discípulos de Swensen aprendieron la estrategia observándole y ahora la practican ellos mismos. “Es una gran herramienta de reclutamiento”, apunta Golden.

Uno de los subordinados de Frist me ha comentado que aprendió a “ser mucho más aventurero” simplemente por trabajar con Frist, que era una persona “con mucha creatividad sobre cómo estaba construida y montada la empresa”. Otro gerente de Frist explica: “Aprendías tanto observando a Tommy como escuchándolo”. A veces, simplemente ver un ejemplo adecuado es suficiente para adoptar nuevos comportamientos.

Grandes resultados

Finalmente, los grandes líderes entienden que la formación personalizada y de alta calidad puede producir grandes resultados. Como jefe, diriges la atención de tus empleados y los consejos que das serán más relevantes, estarán mejor programados y serán más personalizadas que el contendido que se imparte en los talleres formativos tradicionales. Cuando adoptas el papel de maestro, generas lealtad, fomentas el desarrollo de tu equipo e impulsas el rendimiento de negocios. La formación no es solamente un “extra” para los buenos líderes: es una responsabilidad integral. Si no estás enseñando, no estás realmente liderando.

06Aug 2018

Si los empleos del futuro aún no existen, ¿cómo puede adaptarse el trabajo de recursos humanos a un momento de cambio y digitalización como el actual? 

Las diez tendencias destacadas por Harvard Business Review para 2017 , uno de los temas más comentados fue la gestión de personas de diferentes generaciones en la misma empresa, sobre todo los llamados millennials. Al respecto, la directora de captación de talento de Europa occidental, Blanca Gómez, puso en duda el supuesto choque generacional. “Para mí hay mucho estereotipo sobre las generaciones”, explicó. “Es más”, continuó, “las nuevas generaciones han contagiado su forma de trabajar al resto de generaciones”. Sin embargo, quienes lo tienen más complicado son “las compañías que tienen una mayor proporción de millennials”. Gómez, que puso como ejemplo a LinkedIn, explicó que una plantilla formada en su mayor parte por millennials también presenta una gran tasa de rotación, lo que impide formarlos a tiempo para nuevas responsabilidades en la empresa.

Aprender a aprender

Para el director global de Recursos Humanos en Telefónica, Bernardo Quinn, lo importante frente a la transformación digital ya no es tanto tener la “capacidad de adaptarnos al cambio”, sino de “ser capaces de aprovechar ese cambio”. “Necesito gente que pueda hacerlo, que sea capaz de adaptar tecnologías nuevas, de entender cómo pueden impactar todas esas tecnologías que están surgiendo”, explicó Quinn.

Una de las formas es adquirir empresas vanguardistas a fin de obtener su talento, algo que Telefónica, según Quinn, hizo con Eleven Paths y Synergic Partners. ¿Qué ocurre entonces con el resto de la plantilla? Según el responsable de Telefónica, que admitió que no espera que el 100 % de su plantilla sea experta en nuevas tecnologías, “si logro hacer que 130.000 personas en seis meses sean más digitales, más transformadas de lo que son hoy, habré logrado un impacto enorme en la compañía”. La clave, indicó, es encontrarse en “permanente adaptación, crear una cultura de aprendizaje continuo frente a la tradición de forzar a la formación”.

En esta línea, el director global de Talento y Cultura de BBVA, Ricardo Forcano, destacó que lo más importante es mejorar la posición de la empresa como marca para trabajar, algo para lo que los propios trabajadores son la mejor herramienta. Al igual que Quinn, Forcano recordó el reto especial que significa para una gran empresa sumarse a estos cambios: “alinear el propósito y valores de 140.000 personas es el reto de BBVA y luchamos por conseguirlo”. De este modo, apuntó, una gran entidad puede resultar igual de atractiva que una start-up para trabajar.

Lograrlo pasa por comprender y abrazar correctamente las nuevas formas de trabajo. Para Forcano, los cambios organizativos y la adopción de nuevas metodologías como agile y design thinking implican “un cambio de cultura y liderazgo”. “En una organización agile –explicó-, el liderazgo surge de forma natural, desde la humildad y la generosidad”. En la misma línea, Quinn apuntó que “la gestión de las personas debe ser 100 % online. El lado humano deben ponerlo los mánager, cada uno debe convertirse en el mejor director de recursos humanos de su equipo”.

Cómo impulsar la transformación desde RR. HH.: una visión práctica

A modo de cierre, todas las personas asistentes pudieron participar en un taller de transformación corporativa. Organizados en grupos de 15 personas, los asistentes trabajaron durante cerca de 40 minutos en la generación y cocreación de ideas para la transformación digital a partir de la metodología design thinking. El objetivo era definir pasos concretos que las organizaciones pudieran dar para avanzar en el proceso de transformación digital a partir de tres pilares fundamentales: conseguir que las personas sepan, pero también que puedan y quieran.

Las conclusiones de la sesión de trabajo apuntan a que cualquier iniciativa de transformación debe organizarse de abajo arriba, de forma que los trabajadores estén involucrados desde un primer momento. Para ello, es vital el papel de la comunicación interna. En esta línea, algunas de las soluciones propuestas eran la creación de una campaña de sensibilización donde los beneficios del programa estuvieran claros, así como su contenido. Crear una plataforma colaborativa para intercambiar ideas y propuestas fue otra de las propuestas de los talleres.

A fin de mejorar la digitalización de toda la empresa, los participantes en los talleres apostaron por definir con detalle la formación necesaria para cada equipo y puesto. Recurrir a la gamificación o ludificación para incentivar la formación también fue una de las ideas debatidas entre los asistentes.

El papel de las personas encargadas de viralizar y fomentar el cambio en la empresa fue otra de las ideas destacadas. Estas deberán ser comunicativas, capaces de generar confianza y transmitir pasión, además de expertas digitales. Sin embargo, uno de los puntos más importantes, según los participantes, es distribuirlas de forma adecuada en cada equipo de trabajo y que se midan y evalúen sus resultados.

 

06Aug 2018

Hace poco más de un año, hablé con el vicepresidente ejecutivo de Recursos Humanos de una empresa de la lista Fortune 100 sobre Joe (nombre ficticio), un miembro del equipo de dirección: “Joe tiene buenas ideas, pero es muy negativo y siempre hace de abogado del diablo. El CEO realmente ya no le escucha en las reuniones porque está harto de escuchar hablar de los retos y de su oposición. Creo que el CEO ya ha dejado de intentar que funcione la relación”.

Dos meses después, Joe fue despedido.

A pesar de ser brillante, motivado, perspicaz y experto en la industria, y de haber desarrollado una larga y exitosa carrera dentro de la organización, su historial de críticas y oposición dio paso a su despido. La versión oficial fue que a Joe “le habían surgido nuevas oportunidades”, pero el fondo de la historia era que el CEO necesitaba que Joe se adaptara a la nueva estrategia de la empresa y la oposición perpetua de Joe resultaba irritante, ineficiente y representaba una prueba de que Joe no estaba alineado con el CEO y el resto del equipo.

Mientras consideraba la historia de Joe, pensé en otros líderes y equipos ejecutivos con los que he trabajado donde se habían presentado unos patrones similares. Reconocí a un “opositor” en casi cada equipo con el que he trabajado durante la última década. Cada equipo no solo disponía de un opositor (o dos), sino que casi todos los equipos estaban hartos de su comportamiento, lo consideraban contraproducente y deseaban que desapareciera (la actitud y la persona también). En algunos casos, las reacciones al oponente fueron bastante intensas, desde cerrarse en banda o negarle la palabra hasta estallidos agresivos.

¿Por qué la oposición sistemática provoca reacciones negativas? Existen muchos motivos. Aquí van unos cuantos:

  • La oposición resulta estridente y parece ralentizar al equipo. Cuando todo anda sobre ruedas, la gente colabora entre sí. Las personas adoptan y avanzan el desarrollo de las ideas de los demás. El desacuerdo puede parecer chocante, como un badén de carretera tomado a gran velocidad o un desvío sin sentido cuando uno quiere acudir a un sitio concreto. Lo que parecía una conversación o un proceso de toma de decisiones eficiente puede verse ralentizado o estancado por el debate que generan las objeciones.
  • El desacuerdo puede tomarse a la personal y normalmente no sienta bien. Incluso cuando es manejado con habilidad, cuando el énfasis se centra en las ideas y no en la persona, el desacuerdo nos puede afectar a todos como si estuviéramos siendo criticados a nivel personal. Resulta fácil interiorizar el desacuerdo y creer que significa que “se equivoca” o  “sus ideas no son buenas” o incluso que “no es inteligente”. Si el desacuerdo es manejado de forma menos hábil, resultará aún más probable.
  • Provoca la sensación de que el oponente está desviando la conversación intencionadamente. Podría hacerlo para llamar la atención, ganar puntos políticos o por un defecto de personalidad. Uno de los sesgos cognitivos más investigados dentro del campo de la psicología es el sesgo de correspondencia, en el que explicamos que nuestros errores se deben a las circunstancias (“Llegué tarde por el tráfico”) y los errores de los demás, a su carácter (“Llegó tarde porque es un tardón”). Cuando se escucha a un opositor, probablemente experimenta este sesgo, y al margen de cómo interprete su comportamiento (y realmente no se trata de nada más que su propia interpretación), probablemente se enfadará.
  • A mucha gente le incomodan los conflictos.  La oposición forma parte de los conflictos. Las reacciones típicas del conflicto varían entre hacer caso omiso, la evasión y el contraataque. La amígdala, la parte del cerebro responsable de la reacción de lucha o huida, puede ser activada por el conflicto, dando paso a respuestas de ansiedad, retraimiento o agresión.
  • La oposición es percibida como la falta de unidad.  Si nunca ha experimentado conflictos y desacuerdos, y todo el equipo ha estado alineado, contento y unido, la introducción de una oposición puede hacer añicos esa bonita imagen. Si valora mucho la cohesión y la armonía, la oposición no le agradará.

Aun así, todas las investigaciones que hemos estudiado sobre este tema confirman que la oposición resulta esencial para los grupos. Si nos distanciamos de las reacciones personales que experimentamos con la oposición y aplicamos una lente de sistemas para observar el diálogo, veremos que la oposición juega un papel crucial en ayudar a los equipos a evaluar la calidad de las ideas, a diferenciar entre distintos enfoques, a limitar las conversaciones infructuosas y, finalmente, a tomar decisiones de alta calidad. La oposición es necesaria, pero a la gente normalmente no le gusta y se resiste a ella. ¿Qué puede hacer un líder o el miembro de un equipo para recibir las aportaciones de un crítico sin interiorizarlas como un ataque?

Solicite expresamente las críticas. Para cada decisión importante, pida al equipo que valore las razones en contra de la opinión mayoritaria. Al hacer esto, normalizará las críticas y ayudará al equipo a verlo como una parte regular e importante del proceso de toma de decisiones. En su éxito de ventas, Equipo de rivales, Doris Kearns Goodwin explica que el presidente de EE. UU. Abraham Lincoln llenó su gabinete al completo con oponentes para crear un equipo más eficaz. Si el desacuerdo es solicitado y requerido, reducirá las probabilidades de que la gente que se oponga sea percibida como difícil o equivocada.

Pida a cada persona que comparta una opinión contraria. Esto normalizará aún más el proceso, ayudará a todos los miembros del equipo a desarrollar la habilidad y la voluntad de ofrecer opiniones contraria y aumentará las probabilidades de observar una participación equitativa dentro del equipo. Esa es una de las características más importantes de los equipos altamente eficaces.

No se oponga instintivamente a esa oposición. Incluso si su postura original resulta ser acertada, asegúrese de realmente escuchar, considerar y evaluar las ideas contrarias, y permítase ser influido por ellas.

No democratice a los oponentes. Fíjese en su respuesta a la oposición y, antes de actuar en consecuencia, evalúe el valor del sistema y de la oposición. La gente que se opone casi nunca tiene malas intenciones. Normalmente se esfuerza mucho en hacer algo que considera valioso y crucial para el bien del equipo. A veces crean inconscientemente un equilibrio dentro del equipo cuando existe poca o ninguna oposición al introducir una mayor oposición para asegurarse de que los temas sean examinados cuidadosamente desde todos los ángulos. Algunos oponentes se ven encasillados en ese rol si nadie más está dispuesto a asumirlo. Practique la empatía y apreciación en lugar del enfado.

Comparta sus impresiones con el oponente. Cuéntele que percibe el valor de su punto de vista y que agradece la aportación que está haciendo. Si son menos habilidosos en su oposición, comparta el impacto que está teniendo. También puede sugerir que se manifieste también en los casos en los que esté de acuerdo para que sus comentarios sean percibidos como más equilibrados. Muchos oponentes hablan sobre todo cuando perciben que es necesaria la oposición.

Sea transparente en sus reacciones y su autogestión. Esto puede sonar exagerado, pero comparta con el equipo que se siente frustrado o irritado o que se está tomando algo a pecho, y describa cómo se ha distanciado para contemplar el valor de las críticas. Estará demostrando la autoconsciencia, autenticidad y autogestión además de reforzar la norma de invitar a la oposición y de apreciar su valor.

No equivale la oposición con una falta de unidad y cohesión.  Considérelo una señal del buen estado de salud de su equipo. Los equipos más eficaces y exitosos tienen conflictos y desacuerdos. Si está observando un aumento de ellos, especialmente si se está manejando con habilidad, acójalo de buen grado y reconozca que su equipo es más fuerte por ello.

Celebre y agradezca a las personas que ofrezcan oposición.  Están ayudando a que el equipo sea mejor, incluso si a veces resulta incómodo.

A pesar de las reacciones iniciales de desagrado, incomodidad, irritación y reticencia a la oposición, los líderes exitosos y los equipos sanos saben que el desacuerdo y las opiniones contrarias son necesarios para la buena toma de decisiones y los equipos productivos. Cuando desasocie ese comportamiento de la persona, estará avanzando hacia el desarrollo de equipos más fuertes y una operación más eficaz de su negocio.

 

05Aug 2018

How group dynamics drive behavior and normsA norm is any uniform attitude or action that two or more people share by virtue of their membership in a group. We experience our attitudes toward productivity as private and personal, as originating in our own thinking, experience, and motivation, and as unique to each of us. What we fail to realize is that our attitudes arise from the norms of the groups in which we hold memberships. As a result, group norms for productivity and our attitudes toward them regulate a greater part of our work effort or lack of it than we realize.

Norms are the most powerful silent catalyst in teams. They draw a line in the sand between being a member and being an outsider. Norms define a team’s culture and dictate what behaviors are acceptable and unacceptable. Norms are not necessarily written in policy manuals, but every team member has a vivid understanding of them.

To get an understanding of your own team norms, imagine that you have been assigned to orient a new team member to routine team operations. Think about your team norms and all the issues you would have to cover with an outsider who knows nothing about your team. Some examples of statements that indicate norms are:

  • “I know the policy says that, but we do it this way.”
  • “Stay away from that person (or group). You don’t want to be associated too closely with them.”
  • “It may seem unusual, but that’s the way we do it.”
  • “Policy says these reports need to be done weekly, but we probably only do them once a month. No one pays any attention to them anyway.”
  • We conduct meetings like this…”

Norms are the silent and powerful forces that direct and guide behavior. They are not good or bad, but a simple fact of life. In other words, norms are like a landscape. Sound norms are the blossoms that enhance team performance. Unsound norms are weeds that, when left unchecked, hinder team performance. Given that, teams and leaders need to understand how to create sound norms or change existing unsound norms into ones that inspire excellence in teamwork and performance.

Norms are the building blocks for a company’s culture. To illustrate how norms work to shape a culture, picture two aquariums side by side. Both aquariums look identical from the outside. They seem to have the same variety of fish, plants, water, food, etc. When you look closer, however, one aquarium has the perfect number of fish, the ideal amount of food, and the best balance of plant life, along with the right temperature and light. The aquarium has a healthy culture. The fish and plant life thrive with energy and health.

The other aquarium appears the same from the outside but its temperature is off by a couple of degrees. The plant life is a little out of balance. There are a few too many fish, and not quite enough food. The aquarium has an unhealthy culture. The fish and plant life struggle to survive.

If you take a fish from the unhealthy aquarium and put it into the healthy aquarium, the fish will begin to improve and, over time, become invigorated with new, vibrant energy and color. Conversely, if you take a fish from the healthy aquarium and put it into the unhealthy aquarium, that fish begins to adapt to the conditions of the unhealthy environment. Colors fade, it becomes sluggish and disoriented.

Now picture a row of corporate office buildings, all looking strong, powerful, and healthy from the outside. The same principle applies as with the aquarium when introducing new people into an established culture.

Group Dynamics: How Norms Form

Leaders are the captives of their cultures. Choices remain unseen because those responsible for change are surrounded by the mirrors of the very culture they have created.
– Drs. Robert R. Blake and Jane S. Mouton

Group dynamics can make or break a change effort. They are the silent drivers and primary source for change that either encourage or impede momentum. Norms develop through three basic laws of human behavior demonstrated through relationships, teams, and organizations:

  1. Convergence
  2. Cohesion
  3. Conformity

In the same way that comprehending the law of gravity helps to understand the behavior of objects, comprehending the basic laws of group dynamics helps in understanding the power of norms and their influence on behavior and performance. Moreover, there is a natural source of power in these dynamics that a skilled and knowledgeable team can harness for maximum effectiveness.

People think of values and attitudes as private, personal, and unique, but research shows that most personal attitudes arise from group norms. As a result, team attitudes determine the quality of individual work effort more than most people realize. The norms of a group are reflected in its traditions, precedents, habits, rites, rules, rituals, regulations, policies, operating procedures, customs, taboos, and past practices. These norms begin forming through a process known as convergence.

Convergence

Convergence initiates norms spontaneously by shifting individual attitudes or patterns of behavior toward a uniform group pattern that every member shares. Few social pressures are more important for understanding change than the human tendency to converge around a common idea in a group setting. For example: a team has several members, each of whom starts out a planning meeting with an opinion regarding how much productivity is “enough.” One person thinks fifteen “units” per day is adequate, another recommends only five, while other members suggest thirteen, nine, or eight, etc. As people work together and exchange ideas, the opinions expressed lead to a shift in attitudes around a more uniform norm. Research has shown that this common dilemma is almost always resolved by a common convergence to the middle position. In the illustration, the agreed-upon productivity benchmark becomes ten, or close to ten.

Group dynamics: convergence, cohesion, conformity.Cohesion

Cohesion is the phenomenon by which people in groups congregate around common interests and values. People prefer to associate with other people like them and by whom they are liked. Cohesion is one of the most significant forces for social organization. People are naturally drawn to others who share a common experience that allows them to bypass the formalities they follow with outsiders. Examples of cohesion surface in every aspect of life as people tend to gravitate toward and give preference to others who share common interests or experiences. This preference may follow the lines of race, gender, religion, politics, socioeconomic status, or education. In organization life, other dimensions apply, such as years of service, position, level of training, or common work experience.

Cohesion is the emotional attraction people feel toward one another, and as such it accelerates the development of norms. On a social basis, we call this “bonding.” When cohesion is strong, people relate to each other with a stronger sense of trust, confidence, and commitment. They embrace the norms with pride because the shared experience feels comfortable and right. Cohesion is demonstrated in comments like, “We’ll do whatever it takes to make this happen.”

Conformity

Once a norm is established, conformity is the natural force that influences group members to maintain that norm. Conformity enforces the norm by creating pressure, often subtly, to “fall in line” with the group in reinforcing the norm. Conformity happens every time a co-worker says, “I know it’s a little unusual, but we don’t use a formal agenda for these meetings,” or “You’re coming across too strong in meetings. We like to keep these meetings relaxed and spontaneous.” The message, whether given by a gesture, comment, or outright directive, is “You need to change your behavior to fit in.” The price of non-conformity is rejection.

The Impact of Norms on the Organization and Team

Only through a never-ending effort to override the automatic behavior of the past could a change in relationships even be a remote possibility.
– Dr. Robert R. Blake

Once the dynamics are understood, the key question for every organization is “Are we conforming to norms that help us or hinder us?” In the same way that individuals can become aware of individual behavior and its impact on others, teams and entire organizations can become aware of their norms and the impact on results.

Like norms themselves, the laws of convergence, cohesion, and conformity are neither good nor bad, but are dynamics that simply happen. The influence they wield can bring power to an organization that chooses to understand and lead these norms. Left alone, they can evolve into norms that may devastate a company’s fortunes because leaders are looking elsewhere (the economy, government, or competition) for causes of poor performance. Like other natural laws, group dynamics operate 24 hours a day, rain or shine, profit or loss, in every organization. Ineffective norms have a way of creeping up unnoticed like weeds in a garden, hampering an organization’s efforts to change. To avoid this, successful organizations prevent the weeds from growing by constantly challenging unsound norms and continually reinforcing sound ones.

In Good to Great, Jim Collins compares the executive culture of two steel industry companies, Bethlehem Steel and Nucor. Both companies faced devastating setbacks in the 1980s due to a recession and the competitive challenge of cheap, imported steel. Bethlehem Steel reacted with deep cuts throughout the organization, while at the same time constructing a 21-story office building to house its executive staff. At extra expense, it designed the building in the shape of a cross in order to accommodate the large number of vice presidents who needed corner offices. Other norms for executives included using the corporate jets for weekend getaways. There were also executive golf memberships, and rank even determined shower priority at these clubs. Collins says, “Bethlehem did not decline in the 1970s and 1980s primarily because of imports or technology—Bethlehem declined first and foremost because it was a culture wherein people focused their efforts on negotiating the nuances of an intricate social hierarchy, not on customers, competitors, or changes in the external world.” Unsound norms were so strong as to manage the organization instead of the organization managing its norms.

At the other side of the spectrum was Nucor, which at the same time “took extraordinary steps to keep at bay the class distinctions that eventually encroach on most organizations.” Facing the same industry conditions, executives did not receive better benefits than front-line workers. In fact, executives had fewer perks. For example, all workers (but not executives) were eligible to receive $2,000 per year per child for up to four years of post-high school education. When Nucor had a profitable year, everyone in the company benefited. When Nucor faced tough times, everyone from the top to the bottom suffered. But people from the top suffered more. In a recent recession, for example, worker pay went down 25 percent, officer pay went down 50 percent, and the CEO’s pay went down 75 percent.

Companies that never challenge unsound norms or reinforce sound norms can find themselves at a severe disadvantage when trying to compete. A simple norm like executive perks may seem minor, but it communicates a powerful message to non-executives throughout an organization that undermines commitment and a sense of personal stake.

Changing Norms

It is only when we examine the extent to which personal attitudes, thoughts, and feelings are shared with primary group members that the regulating effect of informal norms and standards become clearly visible.
– Drs. Robert R. Blake and Jane S. Mouton

A chaos of conflicting, reluctant, and confused responses develops every time a change is introduced. This chaos creates the first stage of convergence and conformity. This stage provides teams with a critical opportunity to influence change because within the confusion lies valuable potential for leadership, creativity, and standards of excellence. This is where the “how much is enough” question is being asked and tested, when norms are in their early stages. At this pivotal point, when the group is beginning to form new norms, a leader’s style can influence how the group converges.

It is essential for leaders to be aware that these three valuable sources of energy—convergence, cohesion, and conformity—exist during periods of change. Learning how to harness them productively makes the difference between developing sound or unsound norms. There is little as demotivating to people as leadership that continues to ignore obvious realities and continues with ineffective strategies because it cannot or will not face reality.

In Good to Great, Jim Collins described the following quality as being a key factor in all “Good to Great” companies:

“On the one hand, they (‘good to great’ companies) stoically accepted the brutal facts of reality. On the other hand, they maintained an unwavering faith in the endgame, and a commitment to prevail as a great company despite the brutal facts.”

Companies that succeed in staying on the cutting edge of competition all have one thing in common: they question everything and constantly challenge norms so that complacency never sets in. Unless they are challenged, norms can become outmoded, ineffective, and deeply entrenched in the culture. When this occurs, companies perpetuate unsound practices because “That’s the way we do it around here,” even when better ways are available.

Setting Soundest Norms for Team Development

Teams establish sound norms by examining the effectiveness of existing norms. Conditions required for setting sound team standards include:

Involvement: Those who will be guided by the standards participate in establishing them.

Clarity: The standards are realistic and clearly defined.

Challenge: The standards inspire and motivate team members to achieve new levels of performance. If they do not challenge people, business will simply continue as usual and the standard-setting exercise will have been in vain.

Understanding: Every team member fully understands the meaning of each standard.

Commitment: Team members resolve to perform by the standards they set for themselves.

Excellence: Team members agree on what constitutes excellent performance and adopt standards to foster such excellence.

At MIGUEL PLA CONSULTORES, we work with clients to help them maximize their human capital. Every strategy is different and every challenge unique, but the patterns of group dynamics and culture are universal and absolutely critical for gaining a performance edge. Having a clear understanding of the group dynamics of culture and how they work is essential for mobilizing both small and large groups of people. All change efforts must begin by understanding the existing culture and how to manage and maximize this invaluable resource. We give clients the power to develop cultures that constantly reinforce standards of excellence. For more information on how you can understand and harness norms for positive and enduring transformation, 

Please Contact us  ( 01 800 ) 838 1369

04Aug 2018

Most people don’t realize that every relationship has a culture. You don’t usually think of culture operating at the relationship level, or driving individual behaviors, but it has the lead role. Drs. Blake and Mouton said “Culture is to the corporation as air is to man, so enveloping that unless something foul or fragrant is added, he is not aware of it.” And that applies for a multinational organization, or an individual family.

Our relationships are as unique as our individual personalities. Think of the journey of developing your strongest relationships. Those you value most likely evolved over time and included a fair amount of working through challenging situations. What are the characteristics that set those relationships apart? Mutual trust and respect are probably there. Honesty is another key ingredient. You don’t have to worry about people hiding information from you. You don’t have to worry about being unfairly judged. Candor is a centerpiece feature. You can ‘vent’ your frustrations without reproach. You likely seek out these people to test new ideas and can speak your mind without fear of recrimination. And, you probably get a great deal of personal satisfaction and fulfillment from these relationships.

The bottom line for these relationships is that you can release all of the usual defenses and absolutely be yourself with complete confidence that the relationship will survive. Daniel Goleman describes a state of “flow” that occurs in high performance relationships when emotions are not just contained and channeled, but positive, energized, and aligned with the task at hand. “A surgeon, for example, recalled a challenging operation during which he was in flow; when he completed the surgery, he noticed rubble on the floor of the operating room and asked what had happened. He was amazed to hear that while he was so intent on the surgery part of the ceiling had caved in–he hadn’t noticed at all.”

Now think about how long those relationships took to develop. Some may have taken a lifetime while others take weeks or months to develop. Others may have developed more quickly because of a shared experience of working through differences. In most cases, however, relationship development may seem like more serendipitous than deliberate.

Most people also get better at managing relationships over time. “Studies that have tracked people’s level of emotional intelligence through the years show that people get better and better in these capabilities as they grow more adept at handling their own emotions and impulses, at motivating themselves, and at honing their empathy and social adroitness. There is an old-fashioned word for this growth in emotional intelligence: maturity.

It’s not always in our nature to be proactive, however, in shaping our relationships. We think of it as a personal and emotional journey; that imposing a formal process may reduce authenticity or interfere with the natural course of the relationship.

Many people take an evolutionary “ready-fire-aim” approach to developing relationships, just following and reacting to events. Our instinctive reaction in the ‘always connected and instant gratification’ world we live in is to jump into shared effort and let relationships evolve over time. The relationships that survive and thrive are the ones that effectively manage differences and other behavior obstacles and deliver on results.

This haphazard approach can take a long time and often leaves valuable resources that people have to offer on the table. For example, a person with a creative, spontaneous, and persuasive personality may dominate a more rational and organized person. A person who fears being fired at work avoids the risk of making any kind of mistake. A person with an accommodating personality constantly gives in to preferences of others, taking on more work and than is manageable to try and keep things harmonious.

The path of least resistance for most workplace relationships is to follow the authority and mimic the behavior of the leader. Over time, an entire company can take on the personality of a strong leader through collective norms. A close friend of mine worked for a successful grocery chain where the entire executive team took on the president’s behavior of arriving early to work. The team took it so seriously that on an icy morning the entire executive team arrived so early for a flight that the airport wasn’t even open. They ended up standing in the freezing temperature for over an hour before they could even get into the terminal building.

The same thing happens in all relationships. Strong people usually shape the initial norms by the force of their personality. The norms then develop and survive if they prove effective. If the approach appeals to team members and delivers results, the behaviors become more embedded as ongoing norms over time. Success is completely dependent on the leader. The only way to challenge the norms is to disagree with the leader, which can be very risky! It’s all very sloppy, really. When you consider how deliberately we manage other parts or our personal and working life, it’s hard to believe we’re so haphazard in managing our working relationships!

 

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